Desde los inicios del hombre, hemos descubierto los beneficios del fuego. El homber primitivo lucho hasta su propia muerte por conseguir el preciado juguete, que pronto tendría un nombre más fatal: amor.
Necesitariamos mucho tiempo para entender como se originó, muchas vidas para lograr quizas encontrar un patron entre sus oscilaciones llenas de pureza y matiz divino, desprendiendose hacía un cielo que aun no estando razo, recoge con ternura las llamas que se desvanecen frente a los ojos de quienes admiran tal cualidad, la que necesitan y ven inmersa en esas palpitaciones del corazón de un Dios.
El fuego, es sabio, de eso no me cabe duda. Tanto es así que se pueden hacer muchas analogías de sus compartamientos inhumanos: El fuego nace con una pequeña llamita. Ella crece y crece, mientras que las ramas y pocas combustiones anteriormente expuestas, son símbolo de que algo se está gestando. El tiempo, es el viajero y compañero inseperable, siempre siendo quien dictamina el estado del fuego, el vocero en otras palabras - misión tremendamente importante, ser el vocero del fuego. Mientras que uno es constante en hechar aquellos detalles, el fuego seguirá creciendo; así su ardor y su profundidad. Pero hay factores que condicionan al fuego a terminar su rezo: cuando es mucho lo que se le dá... no siempre el fuego es capaz de sostener tanto, y la densidad no va con el fuego, porque este es vida, no opresión... Cuando presionas al fuego, este se ahoga...
Una de las facciones más lindas del fuego, es que cuando este ya no recibe más estímulos, este se apaga, dejando un pequeño vaso de cenizas, y en estas, la posibilidad de volver a germinar se hace vigente... Es lo hermoso que tiene el fuego, donde está deja una pequeña marca, donde es más fácil volver a hacerle presente...
El fuego desde que nació, fué el hecho y meta de vida más trascendete de los humanos... vivimos y morimos por este, sin importar matarnos a nosotros mismos por vivir en el...
No somos primitivos, somos pasionales. |