Antonio se había criado en el campo, en una hermosa casita con granja y frutales. Sus padres decidieron poco después de su gestación que debían abandonar la ciudad para que su hijo creciera en un ambiente sano y distante de toda esa basura que rodeaba a la urbe, los malos sentimientos, las tentaciones del mal... Ellos se encargaron de su educación, eran sus padres y a la vez sus únicos amigos, con ellos jugaba, estudiaba y reñía. Nunca echó de menos el estar rodeado de otros niños, lo que no se conoce no se desea. Pasaron los años y Antonio fue creciendo en un mundo idílico, un mundo de cuentos, los que les narraban sus padres, Caperucita Roja, Blancanieves, Cenicienta, Pulgarcito... En muchas ocasiones Antonio hablaba con ellos como si en realidad estuvieran en frente suya, luchó con el Capitán Garfio e incluso pensó que durante dos días había estado en el vientre de una ballena.
Cuando Antonio contaba con 33 años murió su padre, lo enterraron bajo la encina del jardín y su madre meses después acompañó a su marido, al que ella llamaba "mi príncipe azul". Su mundo se hizo trizas, encerrado en su habitación leía una y otra vez sus cuentos
favoritos y pocos días después decidió hacer la maleta y salir en busca de Cenicienta, él sería su príncipe y juntos formarían una familia como la suya.
Caminó hacia el oeste dejando los pueblos a un lado, solo se pararía al ver un castillo, allí estaría Cenicienta con su príncipe, pero él le prometería amor eterno y juntos huirían hasta la casita del bosque. Por mucho que anduvo no encontró castillo alguno, así que decidió entrar en la ciudad, era tan grande que tal vez en su interior encontrara el castillo que buscaba. Preguntó y preguntó hasta que un amable ciudadano le indicó unas señas, allí encontraría a Cenicienta, no estaba demasiado lejos, apenas tardó media hora en plantarse en la puerta, era un castillo hermoso, más pequeño de lo que pensaba pero al fin y al cabo castillo era. El guardián le abrió el portalón, dentro la luz era ténue, un hombre se le acercó y preguntó que a quién buscaba, Antonio dijo simplemente "Cenicienta" y el hombre del castillo con un solo chasquido de sus dedos hizo que casi al instante se presentara Cenicienta. Él se acercó a su oído y le dijo:
- Te amo Cenicienta, abandona el castillo y vente conmigo a la casita del bosque..
A lo que respondió Cenicienta:
- No conozco ese Burdel pero desde ya te digo que no permito que me la metan por el culo y que la chupo si antes se la lavan.
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