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LEYENDAS
UNA VIDA PARALELA
Era un poco menos de las seis de la tarde, el despertador sonó hacia 15 minutos pero calmo su rabioso sonido al primer zapato que le avente encima.
Hacia un calor endemoniado y ha costado un verdadero esfuerzo levantarme. Termino haciéndolo gracias a un perro que juguetea con la basura del callejón y hace más ruido que el tipo que vive en el departamento de abajo. Ambos me han estado amargando la tarde pues hacen demasiado escándalo para ser tan pequeños.
Vivo en un edificio de apartamentos en pleno centro de la ciudad, siempre me había gustado esta zona y cuando tuve la oportunidad de comprar el edificio pues… me di el gusto de ocupar el apartamento del último piso. La compañía de bienes raíces no hizo muchas preguntas acerca de cómo una mujer de mi edad tenia el capital de comprar un edificio como este. Al final fue lo mejor pues de alguna u otra manera lo hubiese conseguido. He vivido en él desde hace ya poco más de cinco años… regularmente sola.
Hoy es Domingo… día de ir a la iglesia.
Salgo del edificio como todos los Domingos a esta hora y comienzo a caminar hacia la Catedral de San Francisco de Asís; es una iglesia que data del siglo XV, de arquitectura sencilla, sus formas rectas y simples me han llamado la atención desde siempre. Las grandes y gruesas paredes encierran recuerdos que parecen haber sido labrados con cincel y martillo sobre los muros de piedra de mi inmensa memoria.
Al llegar frente a ella… mi cuerpo tiembla… se rehúsa a entrar a un lugar en el cual nunca he sido bien recibida. Todos las pinturas en su interior parecieran verme solo a mi… parecieran seguirme con esa mirada hipócrita que tienen plasmadas en sus rostros pálidos y desgastados por el paso de los años… demasiados años ya. En el transcurso de la misa no pierdo detalle de lo que dice el padre Enrique, es un anciano que sabe de lo que habla pues al hablar de Ángeles, demonios e infiernos sabe muy bien de lo que esta hablando… ha estado ahí.
Termina el sermón… la iglesia cierra ya sus puertas. Yo me he mantenido en el ala izquierda del recinto pues es ahí donde tienen la reliquia mas exquisita del templo… una imagen de San miguel Arcángel exquisitamente pintada por un autor anónimo que logro plasmas ahí… y solo ahí el reflejo de lo que en realidad es santo. En el lienzo se logra ver a un ser de magnificencia casi absoluta pues su mirada es quizás mas intensa que cualquier otra pintura que jamás hubiera visto antes.
El padre Enrique sale de la pequeña oficina en la que se refugia a meditar justo detrás del altar mayor y es entonces que por fin logra verme.
-- lo lamento hijo pero la iglesia ya tiene que cerrar—me dice el anciano con voz cansada mientras frunce el seño en un claro rictus de cansancio.
--Confiéseme padre pues he pecado—le dije.
--Por un instante creí que hoy no vendrías… no te vi durante el servicio—me respondió el padre Enrique, con una sonrisa que no lograba ocultar el miedo de tenerme a su lado.
--Ambos sabemos que nunca ha logrado verme padre- le dije sin perder detalle de su visible nerviosismo. Aun ahora escuchando mi voz no puede asegurar si estoy a su lado o tan solo soy un fantasma que lo hostiga cada Domingo por la noche… cada Domingo desde hace ya casi cincuenta años que ha venido a esta iglesia a escuchar el sermón de un sacerdote al cual admira como a ningún otro ser en el mundo. Nunca he faltado… sin importar donde me encuentre.
-- Nunca he entendido que haces aquí – me reprocho el anciano con un poco de enfado en su rostro—haz estado viniendo y confesándome todo un universo de atrocidades que ningún un hombre de Dios podría siquiera imaginar. Jamás has aceptado, ni aceptaras la absolución de tus pecados… no podrás arrepentirte de corazón pues siempre regresas a confesarme lo mismo… siempre lo mismo.
--Muerte tras muerte que llevas sobre tu conciencia la has platicado conmigo… no has dejado de confesar una sola de ellas-- la voz del padre resonó en mi cerebro como aquel sonido estrepitoso que emana de los enormes campanarios de aquella iglesia. Un sentimiento absurdo recorrió mi espalda y la gabardina de piel negra que llevaba puesta empezó a acalorarme.
-- No tiene porque entender padre… usted y yo sabemos que estoy aquí por un motivo mucho mas fuerte que un simple perdón…
--El jamás regresara; yo ruego a Dios a cada instante de mi vida por ello—el nerviosismo del sacerdote era mas que evidente y sus ojos comenzaron a brillar con el resplandor que emite una lagrima instantes antes de asomarse fuera del ojo.
--no tiene caso discutir algo así contigo Enrique yo…
--Por supuesto que tiene caso—me interrumpió el padre—tiene una razón de ser mi reclamo pues sabes muy bien lo que significaría el regreso de un ser como el que has estado esperando por ya cincuenta años… Ishnah… por Dios—las lagrimas que recorrían por el rostro del sacerdote siempre lograban el mismo efecto… lograban acercarme a el… tocar con mis dedos esas lagrimas sin importar el dolor que esto me significase… sus lagrimas significaban algo mas que tristeza, significaban dolor y terror.
Yo Nunca he sentido lastima alguna por la vida de ninguna persona… nunca me he tenido siquiera que preocupar por ninguno de los hombres, mujeres o niños que han encontrado el fin de su existencia en mis manos… las mismas manos que ahora mismo tienen entre sus dedos los cabellos del padre Enrique mientras lo estrechan a mi pecho en un abrazo que duele. El sabe que nunca ha valido la pena todo el dolor que he sufrido… pero sabe que ese dolor ya es parte de mi vida y que jamás me habrá de abandonar.
--Cuando El estaba conmigo Enrique… era cuando dije que había valido la pena todo lo que pude haber sufrido—al fin el padre había conseguido lo que quería… había logrado algo que venia intentando año tras año… Domingo tras Domingo… había logrado entrar en mis sentimientos-- no se si era verdad o era tan solo una absurda broma de la vida y habría de ser solo un sueño en el cual me despertaría con lagrimas de sangre en mis ojos… sangre que ni siquiera sabré si es mía o de alguna de mis eternas victimas…
--Sabes bien que lo esperare por siempre… que esperare eternamente al autor de mi existencia… de mi renacer.
--El señor se apiade de tu alma…
--Sabes bien que eso no sucederá… no será así porque necesitaría dejar de pecar… arrepentirme de lo que hago cada día para poder vivir… me tendría que arrepentir de alimentarme de los humanos. No puedo arrepentirme Enrique… no puedo porque al salir de aquí… me dispongo a seguir pecando—las lagrimas que antes yo enjugue del cansado rostro del anciano ahora el las enjugaba en un rostro sin vida… pálido y transparente como el de un espectro que describen los antiguos con estupor al mencionar la raza de seres infernales a la que pertenezco.
-- Es una maldición eterna Enrique... la maldición de vivir eternamente y tener que ver los funerales de todos los humanos con los que estúpidamente me encariño desde algún rincón sombrío del cementerio—el sacerdote poco a poco se alejaba de mi al escuchar que elevaba mi tono de voz-- Debo visitar las tumbas de esos humanos en la noche… cuando no hay nadie a mi lado para confortarme con un abrazo… con una caricia pues ¿Quién podría atreverse siquiera a mirarme a los ojos cuando lo único que lograrían ver es la oscuridad absoluta en la que me encuentro?
-- Digas lo que digas Ishnah… el perdón del Señor es…
-- ¡No digas estupideces Enrique!—mi voz jamás había retumbado así en ningún lugar… toda la iglesia tembló ante ella y el cuerpo de Enrique fue sacudido con una fuerza mayor a la que yo misma soy capas de ejercer sin siquiera haber tocado al anciano.
Preferí salir de la iglesia y al alcanzar la puerta principal escuche como el padre Enrique se desplomaba sobre sus rodillas, ahogado en llanto. El sacristán había salido despavorido en su ayuda y al preguntarle que es lo que le había sucedido… Enrique dio la explicación de siempre…
No es nada… solo el recuerdo de los pecados de aquellos hijos de la oscuridad que caminan por la noche… pudriéndose… dejándose vencer por los demonios que los llevan de sus manos a través de una oscuridad absoluta.
Soy un Vampiro Enrique… y tú mejor que nadie sabes que no existe un Dios en ningún lado que pueda ayudarme… solo El… solo el encontrarme con mi creador pondrá paz o quizás fin a mi existencia.
Te maldigo… Argyle Van Zant.
argylevanz@gmail.com
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Texto agregado el 25-09-2005, y leído por 154
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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04-12-2005 |
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M confundi ( debo decirlo ) me deje llevar por un tipo, no una mujer.."Hace casi quinientos años, cuando era un chiquillo"
sera que me desvie o hay un juego por alli que ni capte?
Vre que hay mas adelante en la oscuridad... EnOff |
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02-12-2005 |
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me encantó, saludos comment_j_mappele |
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26-09-2005 |
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Esperaba ser la primera en dar mi opinion, pero en fin.... je je je.... Me gusto, aunque me hubiera gustado leer una de las confesiones de Ishnah, aqui cambio un poco la secuencia puesto que antes el que narraba era Agyle Van Zant, estare esperando la 4ta entrega... un beso. angie-taz |
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26-09-2005 |
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mmmmmmmmmmmmm muy bueno dreamcatcher |
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