Hace mucho tiempo atrás, cuando las hadas, ogros, elfos y grandes reyes, vivían en las mismas tierras.
Entre una de aquellas alejadas viviendas de piedra, vivía una valiente hechicera, ella suspiraba muy a menudo por joven soldado, el cual alguna vez habito entre las gentes de su pueblo.
Ella soñaba con ser una gran hechicera y crear para el todos los deseos que creyera irrealizables, gustaba pasear por los bosques de las altas montañas par divisar desde su altura, a los soldados que practicaban sus ejercicios de guerra en el interior del reino, así ella se imaginaba verle y sonreírle, al ver el sus esfuerzos por estar cerca de él.
Pero lo que ella ignoraba por completo, era que entre alguna de las cuevas de la montaña, vivía un dragón, el cual le observaba con gran detenimiento, con inmenso entusiasmo y con una dulzura ajena a su raza, él sin proponérselo, admiraba profundamente la sencilla belleza, su ternura de corazón, que él era capaz de ver con sus ojos de dragón, admiraba cada fragmento de ella, mas par él no era desconocido las razones por las cuales ella acudía a esa montaña, sabia muy bien que ella no venia a verlo a él sino a aquel, pero él le amaba por quien era y no por quien representara en su vida.
Un día, ella logro internarse en el castillo, hasta las mismas filas de la tropa de soldados, con la intención de llegar a él, darle un gran abrazo, mientras le confesaba su gran amor, pero a tan solo a unos pocos metros, tan solo unos instantes bastaron para separarle de él para siempre, pues una chica mas joven y hermosa, se arrimaba a sus brazos y le besaba intensamente, esa era su prometida.
Ella se sintió defraudada, sin motivos para seguir jugando a la vida, simplemente se alejo entre sombras antes que preguntaran quien era, corrió hacia su humilde y achicado hogar, en medio de una lluvia que disimulo sus lagrimas.
El dragón que entrañaba su angustia por su ausencia, despertó aquella noche con la inquietud de una emoción letal, apresuro una búsqueda intensa de su amada, y entre las tinieblas de una noche húmeda y oscura, llego hasta su apartado hogar, hay yacía ella, tirada en el suelo, con una bebida a medio terminar, y con sus libros d hechicería mostrando los rastros de una pócima mortal.
El dragón, le amaba demasiado para dejarle morir tan lentamente y sin razón, así que él sacrifico su propia alma para crear una esfera de fuego, donde le guardaría en un sueño eterno, con la poca vida que le sostenía de pie, le levo hasta el centro de la tierra por entre una de las cuevas de las montañas, donde le deposito para que nadie nunca le hiciera daño, para que nunca nadie le encontrara.
Desde aquellos tiempos los hombres hablan de extraños movimientos en el interior de la tierra, sin embargo ignoraran siempre su verdadera razón, solo los últimos dragones conocíamos la verdadera historia que produce aquello, cuando ella sueña…


Carlos Alberto Diaz Reales
Junio 6 del 2005