no temas. vámonos.
es el velero de la muerte. el monstruo
se acerca y viene a lamer nuestras manos.
no temo a la nada ni al todo. ni le temería
aunque no tuviera la seguridad de mi eco.
solo basta bajar con néctar a la mas íntima
de mis profundidades.
la sangre tiene luz propia y el oxígeno
entra y sale del cielo hacia mis pies.
y se mece la noche. y se apaga el fuego
despidiente. que aquel adiós dejo ir en polvo.
no se respeta el calor y el zumbido viaja
por el interior como si llevara cuatro rruedas.
se enciende la obscuridad que no había sido
tomada en cuenta en la nieve por falta de abrigo.
Ahora tu oído en la profundidad de tus
organos empañados,
escucha el zimbrar de las campanas
retumbar en tus pulmones y salta el corazón escuchado.
Texto agregado el 24-09-2005, y leído por 196
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Amo a Huidobro. Es inevitable leer tu poema y no recordarlo. Y de tanta admiración hacia el poeta, no puede no gustarme tu poema.
Los primeros cinco versos los encuentro perfectos. Resaltaría estos dos, entre todos: "no temo a la nada ni al todo. ni le temeria
aunqe no tuviera la seguridad de mi eco". Ese eco, si no me equivoco, es la confirmación de nuestra existencia en las profundidades del abismo. Esa muerte del placer. "
solo basta bajar con nectar a la mas intima
de mis profundidades... se enciende la obscuridad qe no habia sido
tomada en cuenta en la nieve por falta de abrigo". Quizá me equivoque, pero este poema es el fino retrato creacionista del o. Excelente.
el_altazor
27-09-2005
no sabría decirte por qué, pero me gustó, quizás por original... derivado
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