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Inicio / Cuenteros Locales / MariaGracia / Ojos azules y piel apergaminada

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El pueblo no se diferenciaba entre la geografía larense y la merideña. Cerros, montañas grisáceas y añejas eran parte de la cordillera andina, arroyos, represa, cascadas y mucho verdor. El clima invitaba a ponerse ropas livianas durante el día y por las noches, abrigadas ruanas.
El camino continúa en subida, como si se detuviera en el infinito, luego una bajada y ahí está, imponente y blanco como la pureza, con una cruz incrustrada en la pared que pareciera decir “ésta es mi morada”. En ése lugar con un silencio que lo acompaña, se encuentra el monasterio.
Todo es quietud, pero una quietud efervescente una quietud que acelera los latidos del corazón y que lo hace palpitar de manera extraña , solo interrumpe el silencio, los cánticos y las oraciones dentro de la pequeña capilla.
Son monjas las que viven allí; fuertes, alegres, entusiastas, jóvenes y viejas. Que filosofan continuamente y que el recogimiento hace que se enriquezcan aún más sus espíritus.
Aquel ambiente parece no pertenecer a éste mundo, ni tampoco nosotros, porque dejamos de ser lo que éramos.
Sólo cuando vienen los del pueblo a oír la misa en la capilla, o a comprar recuerdos en la tiendita, o a conversar con alguna hermana, o aquellos que llegan de Caracas a depurar sus almas, es que recién entonces logramos acoplarnos y a ver las diferencias y las semejanzas, que se unen entre sí.
En el centro del pueblo se conductas de las grandes ciudades del país. La música tropical suena ensordecedora , y los cuerpos de los parroquianos acompañan al ritmo de la música tropical.
Hombres morenos con gruesas cadenas doradas que cuelgan de sus cuellos, acompañan a las jóvenes y bonitas muchachas. En la cascada están los que se bañan...juegan ríen.....y miran a la monjita de los ojos azules.
Luego, llegamos caminando a un lugar donde tres casitas separadas por terrenos, blancas, limpias con varias habitaciones y todas dan al patio. No existen muros, ni rejas......Y ahí están los viejitos conversando unos y más allá las viejitas, conversando otras.
-¡Hermana!.. ¡ hermana!.... ¿cuándo me van a operar de los ojos?
La toman del brazo, la tocan, la acarician se les cuelga, no la dejan.......
La hermana de los ojos azules me dice muy despacio:
-Tiene cataratas muy avanzadas, no la pueden operar.
Pero María insiste:
-¡Hermana!.... ¡hermana!... dígame, ¿cuándo me van a operar?.
-Ven María, agárrate de mí....
Y seguimos caminando las tres.
Viene Juan, Pedro, Javier y la rodean.
-¿Vio como creció lo que sembramos?.... ¡ya podemos arrancarlo... sí, y después sembramos más!
Carmen estaba sentada, pensativa pero sonriente.
-¡Cómo sufrió esta mujer para levantar a su familia!, ahora tiene 75 años ,está sola y muy enferma.
Miramos el paisaje que nos rodeaba, las montañas que se imponían con una silueta que inspiran respeto y admiración. El cielo muy azul sin nubes, y el sol nos acariciaba con dulzura.
No se le terminaba las sonrisas a la monja de los ojos azules, para todos tenía una.
La cocinera, la enfermera todas recibían la dulzura de la hermana de los ojos azules.
Después llegamos al lugar donde estaba Teófila, acurrucada en su silla de ruedas, como si estuviera dentro de su cuna que la mecían cada vez que la hacían rodar.
Más que un esqueleto.... menos que la muerte....era Teófila.. su piel apergaminada contrastaba con la de todas nosotras.... huesos con piel.....
Deformado su cuerpo por la inmovilidad.
-La encontraron viviendo en un basurero, sin poderse levantar. Gemía y nadie la escuchaba, así pasaron días, tal vez meses...hasta que la trajimos aquí.
-Está por cumplir 100 años, es nuestra consentida ¿verdad Teófila?. Escucha tal vez débilmente, pero siente. Siente que su dura piel es rozada por la suave blanca piel de una mano que es la de la monja.
Con gran esfuerzo sonríe suavemente, sus ojos que no tienen casi pupilas miran perdidamente, pero siente el calor del otro. Por eso aprieta la mano con débil fuerza, una fuerza sin fuerzas.
La llevamos cargada hasta la cama y volvió a sonreír.
Salimos la monjita y yo a sentarnos sobre unas piedras, hablamos de los viejitos, de las viejitas, de los voluntarios del pueblo que venían a ayudar, de las costumbres de los habitantes, de la gente......de muchas cosas más, y yo sentía que más y más me atrapaba ése amor hacia los demás que inundaba el ambiente.
-¿Tú sabes que Antonio se fue, porque aquí tenía que bañarse?...y él no quería- Sonreímos.
De pronto desde el cielo comenzaron a surgir líneas blancas inclinadas suavemente, primero una, después otras y muchas más, que contrastaban con el azul del cielo.
Una de ésas nos cubrió a las dos, nos iluminó, ya no podíamos hablar, solo nos mirábamos. Sabíamos que algo extraño estaba sucediendo, pero estábamos tranquilas.
Nos levantamos y fuimos al cuarto de Teófila, ésta respiraba con dificultad, pero nos tomó con sus dos manos.
Su mirada fijada en el techo, su párpados estaban inmóviles. Así estuvo un largo tiempo, cuando le hablábamos, nos apretaba las manos, al mencionar a Dios, nos apretaba más fuerte.
Teófila ya no podía hablar, sus labios estaban entreabiertos, solos los cerraba cuando le apoyábamos un paño húmedo con agua fresca, su mirada estaba sin horizonte.
Después, una débil sonrisa y sus manos lentamente se apartaron de las nuestras.
No hubo más respiros, pero sus manos permanecían tibias junto a las nuestras.......
Partimos silenciosamente. Los ojos azules habían cambiado de color, ahora estaban enrojecidos.
Pasaron los días y volvieron los amaneceres con el canto de los pájaros que lo anunciaban, en aquel blanco monasterio. También los cánticos y los rezos inundaban el paisaje florido.
Luego vino el adiós, la partida hacia el otro mundo, la ciudad. Donde no había silencio, pájaros, verdores, cánticos, rezos, montañas, cascadas..... ni paz.
Mi cuerpo estaba aquí, pero mi espíritu había quedado allí.
Estuve así tres días y allí quedó la monjita de los ojos azules, con sus cánticos, sus rezos, sus siembras, sus viejitos pero sin Teófila.





Texto agregado el 08-10-2003, y leído por 305 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
02-01-2004 Precioso, miles de estrella a tu cuento y miles de besos y abrazos para ti... La_Pachamama
22-10-2003 este es un precioso trabajo. gracias por compartirlo hache
13-10-2003 La pureza de tu narración no hace mas que describir la claridad de tu alma. Besos y 5*. Aldo bilaldo
 
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