Estás ahí, compartiendo el mismo aire que respiro, pero ausente; como la brisa que acaricia al horizonte y me acaricia a mí a la vez, tan distantes, pero a la vez, unidos por el mismo miedo a mirarnos y delatar que a pesar del orgullo, algo late bajo la coraza.
No sé qué hice para que esto ocurriera así, pero no me importan los motivos ni las razones, sólo quiero tu abrazo, tu voz tibia acorralando mis sentidos a un corazón que se vuelve loco por desatarse del pecho y gritar cuanto te desea...
Pero estás distinto conmigo... Me faltas en todo, nada parece tener sentido y aunque lo intento, no puedo imaginarme estar de nuevo a tu lado sin rozarte, sin tomarnos de la mano, sin ver tu sonrisa sobre mis ojos, sin tu perfume en mi pelo, sin tus llamadas perdidas en mi teléfono, que me recuerdan que aun me piensas...
Mi conciencia debate con cierta inquietud tratando de probar su honradez, pero desfallecen sus palabras, el silencio la acobarda, empieza a sollozar en medio de la incertidumbre, sin saber si realmente tendrá sentido aclarar los hechos. La inquietud sigue removiendo a la conciencia con ataques acusativos que la marchitan como una flor recién cortada. Finalmente calla, no contesta, gira la cabeza y se va con el secreto de su inocencia.
Y aunque no lo prefiera, creo que será lo mejor para los dos. Tu elegiste antes que yo y aunque no sé en qué, sé que perdí...
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