Atascada en la oscuridad del cuarto,
tu sombra.
Fecundidad extraviada,
la vaguedad de la mirada te ausculta,
y la distancia, los caminos de la patria,
recorridos por el ansia, cifro en la escritura,
hasta llegar a la norteña y rebelde San Pedro.
Simulacro del abrazo es tu imagen.
Estás aquí, de la boca del tiempo te he raptado,
del espacio huracanado de Tava Guaraní.
Aún así tu voz erige su muralla impalpable.
Aún así el sonido de la música te recobra,
fragmento del universo vocativo.
Hordas de la noche, útero del afecto,
sinonimia de la memoria y del miedo,
todo aquello es mi percepción, tu bruma.
El mundo es de carne y hueso, me dirás cuando vuelvas.
Habrás visto la certeza del dolor y la alegría,
tus ojos brillarán y serán la esfinge de mi vida.
Tava Guaraní, con sus hombres, mujeres y niños,
asentamiento medular de la esperanza,
ni siquiera sospecha que tu sombra,
la dádiva del hambre emotiva,
aligera de luz mi oscuro cuarto.
Pásame la mano,
te haré evidente a los sentidos,
comunión de la proximidad.
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