LENOCINIO Antonio Durán dudo mucho antes de entrar al burdel “Canas al Aire”. Su amigo de la oficina le había insistido casi de manera enfermiza que debía visitar el lugar y prepararse para lo sensual e inesperado. Sus pies se movían haciendo pequeños ochos en la esquina que dejaba ver la entrada del lugar. Después de recordar lo mecánica y tensiónate que era su “perfecta esposa” hasta en el sexo, de dio ánimos y traspasó el umbral. Una gran cantidad de olores se le antojaron extraños y pervertidos. Los colores Neon lo invadían como un aguacero de imágenes desconocidas: mujeres tomaban barras y danzaban alrededor de ellas como veletas de carne desnuda. Se acercó a la barra y allí tomó un largo trago de ansiedad azul con Vodka. Tal vez se hubiera ido del sitio si no siente el olor a fresa cerca de a él: una mujer-niña de unos 13 años o tal vez un par más, con trenzas bien definidas y de color rojo que rodeaban un cuellito largo y sutil lo dejaron si aliento. La mujer niña se acerca a Antonio y pidiéndole que acercara su oído como en una confesión de travesura le musita: -¿No estás cansado de este ruido?, mira te ofrezco un buen servicio. -No pequeña eres una chiquilla- Y de inmediato el trata de reptar rumbo a la puerta. -Espera no es lo que piensas: te brindo una noche de ternura. Te leeré un cuento y te haré chocolate caliente con un malvavisco flotando en él. Hablaremos de cuando eras un niño y ya, si te gusta mi servicio hablamos del precio luego. Antonio, por una razón que no comprendía, consideró la propuesta. Tal vez estaba cansado de tanto egoísmo de su esposa o de lo incomodo de la situación, pero sentía que no era un engaño ni una broma pesada; eran seguramente las pecas que le estallaban a la niña mujer con faldita de colegiala. Ella lo tomó de la mano y juntos salieron del lugar. Caminaron dos cuadras enteras y legaron a una residencia cualquiera. Costearon el monto, y al pedir Antonio el cuarto más alejado, el encargado le dijo que lamentablemente la habitación 1004 se encontraba ocupada por ser jueves, pero le dieron la “suite” conjunta. Allí el hombre amargado, se sentó en el borde de la cama mientras la niña-mujer sacaba un termo con dos tazones grandes de su maleta, un libro de cuentos y un pijama para nada sensual. Antonio Durán le contó sobre su niñez y sus juegos. Mientras fue arropado por ella, recordó momentos muy olvidados de su infancia y su viaje a Egipto; le contó como había conocido a su esposa y el porque la había abandonado. Al final escuchó una historia inverosímil de un cazador de suspiros y se quedó dormido al cabo de un buen rato, después de tomar chocolate caliente con malvavisco flotante. Al día siguiente, Antonio al abrir los ojos encontró a la niña-mujer cuidando su sueño. Allí fue tal su vergüenza que ni siquiera le pregunto porque hacia esto. Ella moviendo un poco sus trenzas rojas le susurro: -tranquilo sé lo que piensas. No vuelvas por ese sitio y si no quieres volver a tu casa búscate y encuéntrate. -¿y si te quiero buscar? -El problema es que me encontrarías a donde no debes volver. Era una mañana de viernes lluviosa y mientras Antonio observaba como la niña-mujer se alejaba, se arropaba un poco y luego volvía en sí como si hubiese sido todo un sueño. En el burdel “las Canas al Aire” el dueño se percató después de un buen tiempo, que su clientela había disminuido considerablemente y al fin tuvo que trasladarse a otro lugar que brindara más trafico. Ni se imaginaba que la culpa de todo esto era un susurro una niña-mujer: ¡el verdadero Ángel de la ternura, que había decidido tomar partido de este mundo de mierda!
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