Es la hora de suspirar y caminar nuevamente,
de imponerme a la costumbre,
de luchar contra el tiempo tirano,
de rogar para que el día no me juzgue,
recordándome que nunca hago lo que me propongo siempre,
por ello rápidamente echo a andar sin mirarme en el espejo.
Se comenta que soy feliz, que tengo amor,
que jamás se me había visto tan seguro de mí,
que los asuntos se observan claros en mi trasiego,
que la voluntad es mi fervor,
pero nada es tan frágil como un camino ciego,
ni tan incierto como el futuro que se labra con temor.
Es verdad que amo y tengo amor,
con la misma fuerza que el espanto de perderlo,
cierto es que es de mis pasos el motor,
impulso de caballos desbocados,
que me llevan a campos de batalla, en donde sufro,
en donde vivo y muero sin control.
Y así llega la noche y muere un nuevo día,
vuelve el silencio de las preguntas a encontrarse con mis temores,
esos que con la luz de la costumbre desaparecen,
y renace el miedo de saber si sólo con el amor me vale,
y ante las dudas nuevamente, me obliga a cerrar los ojos ante el espejo.
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