El hombre solo, de pie junto a la ventana, observa la calle: tiene penumbras más claras que su habitación. Sin embargo, a través del humo de su pipa, se distingue sobre la mesa del comedor, el cristal de una copa de champagne. Junto a ella se alcanza a ver el marco de plata de un retrato. Se acerca, y posa su mano en el lugar que, seguramente, ocupa una fotografía. Luego mira el viejo reloj y haciendo un gesto afirmativo, vuelve a la ventana.(...)(...)
La niña extrajo la bolsa de plástico del cubo de basura. Al abrirla, una sonrisa sin dientes iluminó su cara trigueña. La muñeca de pelo platinado, se apoyó en su rostro. La exclamación hizo que la mujer que la acompañaba volviese la mirada. Abandonaron los desechos y partieron tras su carrindanga manual llena de cartones. (...)(...)
Faltan segundos para la Navidad. En la habitación, ahora iluminada, con olor a tabaco holandés y a mirra, el hombre solo vuelve a pipar. Luego, levanta la copa y sonríe, con una inexplicable mirada de complicidad, a esa niña rubia que lo observa desde el retrato con marco de plata y, en sus manos, muestra a una muñeca de pelo platinado.
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