| Y todas las puertas se cierran, entre tu espacio y el mío. No abras la boca, te he dicho, que no vaya a ser que el fantasma te aceche. Y mira a tu lado.
 Atrás.
 Al frente. Las gotas que caen, las miles de palabras anunciadas,ya dichas. La seducción, y las ganas, de no culpar al seductor, sino al seducido, por dejarse seducir el mismo ante el espejo.
 Entiendo tu luto, el quiebre, y los miedos.
 Tus ganas, y la lejanía. Ahora es mío, la ocación, y el desconocimiento, después de todo.
 No hay nadie más.
 -¿Ya se fueron los otros?-
 -Sí. Pisaron la alfombra y no dejaron huella.
 -Somos tú y yo, solamente.
 Y si aun los fantasmas siguen merodeando, espántalos con toda la fuerza que salga de tu pecho y del estómago. Sopla, más fuerte, hasta que el silencio los ahogue.
 -Échales polvo y entiérralos- La memoria puede quedar dañada, pero la magia de pronto aparece. La luz se enclarece y volvemos a renacer, a ser.
 -Enciende la luz.
 Hace algunos minutos, que ese fantasma, que casi me daña, aún indescifrable, y ambiguo,
 ahora,
 es más invisible,
 de lo que fue,
 y estoy tranquila, alegre, y feliz,
 porque ya se ha ido.
 Se cerró el abismo,
 ahora son los puentes.
 
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