LLevas huellas con cruces, en tu cuerpo de tristeza, tu voz oye a temblor y tus ojos angustiados... el paìs que llevas dentro, huele a rosas, ahogadas en el golpe tremendo de la noche.
Marcas de manos de forasteros, llevas en tu cuerpo, de soledad en el mar, el agua bendita ya no borra, las profundas ventanas de tu ser, los pies que te rondan, en el infinito de tu vacìo, son nuevos cada dìa y como fino cristal era tu vientre de niña, pues ahora es una vieja figura de metal.
Allà a lo lejos, en el olvido, todos aquellos seràn el viento, y aquella espuma en el mar, que jamàs recordaràn, y tus pobres piecesitos habràn quedado de luto, cada noche... ya no existiràn palabras consoladoras, de cualquier hombre con sueños de amor.
Y mañana comenzarà tu nuevo reocrrido, por el anochecer del paìs del dinero, y la red de los carcomidos corazones, seducidos por esa inmensa luna... volveràn a caer sobre ti...
Febrero de 2001 |