21 de setiembre. 2005.
A veces me abandono. Salgo de mí. En ese trance es difícil, lo reconozco: imposible, encontrarme, que me encuentren, no importará los esfuerzos desmedidos de quien haya venido por mí. Yo no estaré. El diálogo, si lo hubiese, será estéril, la mirada vaga, los gestos parcos, la sonrisa vacía. En ese trance, me vuelvo impermeable, al dolor, a la alegría, a las preguntas. Si algo (una idea, un sentimiento, una energía) pudiera sobrepasar, aunque sea con levedad, el motivo que me obligó a abandonarme, entonces, quizá, volvería intermitentemente para alimentar los tramos de mi ausencia, con esa idea, ese sentimiento o esa energía. A veces me abandono. Esta tarde también.
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