Abrí los ojos nuevamente, ella sigue echada ahí con su cuerpo desnudo. Tan quieta, tan calmada, tan dormida. Hay tantas cosas dentro de mí, tantos sentimientos encontrados, sobre todo miedo, mucho miedo, miedo a lo que pasara mañana. No entiendo como paso todo esto, ahora solo veo su cuerpo tirado ahí, veo sus grandes y rosados pechos, esos pechos que recorrí completamente, con mis manos y mi boca; apretándolos, mordiéndolos, sintiéndolos solo míos, solo jugando con ellos. Esa cintura, tan pequeña, tan fina, tan increíble, luego viene aquella gran curva de sus caderas, por donde pasaron lentas y presurosas mis manos. Veo su cuerpo desnudo y recuerdo todo lo que me entrego, todo el placer que sentí al tenerlo, una y todas las veces que pude. Luego veo sus ojos, están cerrados, ya no me miran como ayer, cuando eran capaces de decirme todo con una sola mirada, ahora ya no me miran; creo que están molestos conmigo, por eso no me miran, porque no quieren hablarme. Miro sus labios; esos labios rojos y carnosos, esa invitación al pecado, imposible de rechazar, esos labios que apreté contra los míos tratando de callarlos o de callar los míos. Ahora están secos, cansados, ya no quieren gritar, o solo saben que ya no es necesario; pues ya todo esta consumado. Veo su cuerpo desnudo, y aunque lo deseo con toda mi alma, no puedo arrepentirme. Ahora cerrare los ojos y espero que cuando los vuelva a abrir todo sea diferente, por ella, por mí, pero sobre todo por ella. Cierro los ojos.
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