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La ciudad estaba de leva. Cuando el pescador salió para hacer su jornal ya habían reclutado a la mayoría de hombres jóvenes de la ciudad. La jornada fue tan infructuosa como cansada y cuando el sol se alzaba por el horizonte regresó al puerto con las redes vacías y el vientre clamando por algún mendrugo de pan que poder digerir.
Algunos hombres en el puerto hablaban de enrolarse en la flota del gran sultán , el pescador de esmirna decidió seguirles. Nada tenía que perder, nada dejaba atrás aparte de sus redes vacías. Pasaron semanas y seguían anclados en el puerto, con una paga miserable e insuficiente que apenas daba para comer. Pronto llegó la noticia de que debían levar anclas y marchar hacia el mar de mármara donde se reunirían con el resto de la flota. El pescador recordaba aquellos tiempos en los que la escasez no había hecho mella en su vida con la certeza de que no volverían nunca.
Cuando llegaron el asedio había empezado, el pescador quedó perplejo ante aquella flota de barcazas y pesqueros reconvertidos en barcos de guerra, llenos de marineros inexpertos, pescadores y hombres de todas las provincias, dejando ver el sino fatal de aquella batalla. No se desesperanzó, pues ya nada tenía que perder.
Dio comienzo la batalla, los barcos de guerra enemigos destrozaban a su paso todo aquello que encontraban con el fuego griego que lo impregnaba todo. El ataque del sultán fue rechazado y numerosos barcos fueron hundidos en aquel día pero la inutilidad de los comandantes hizo que cada día el infierno se repitiera muriendo centenares de turcos. El pescador cada noche recordaba los días pasados con nostalgia sintiendo que su final estaba cerca, aceptando la verdad de que si moría nadie lloraría por el en los rezos del Corán.
La batalla tomó un giro inesperado, el comandante de la flota dio orden de transportar parte de la flota por tierra al otro lado del cuerno del oro, atravesando por tierra hasta rodear por completo la cadena infranqueable del enemigo. El pescador pasó dos largos días en tierra firme, luego volvieron a la mar y volvieron las batallas, el fuego griego y los interminables gritos desesperados. Las jornadas se sucedieron y la batalla no concluía, la superioridad de los turcos era tan solo numérica, pues los griegos luchaban encarnizadamente siendo superiores en el mar con sus barcos de guerra preparados y con marineros adiestrados y expertos.
Llevaban semanas luchando cuando alcanzaron su barco, todo estaba ardiendo, la mayoría de la tripulación murió ahogada o abrasada, pero el pescador pudo asirse a un trozo de madera que flotaba tras de sí, aquello era el final y él lo sabía, no le importó, tan solo esperó a que llegase la hora de su muerte y poder descansar.
El pescador despertó en tierra, la batalla había concluido y el emperador había muerto. Otra vez la escasez y la miseria. Ya nada le retenía en el ejercito así que volvió a sus redes en el puerto de esmirna.

Texto agregado el 22-09-2005, y leído por 127 visitantes. (1 voto)


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