Sin imaginar siquiera lo que pasaría por su mente, dejó de hablar. No quería tampoco saberlo, la noche serviría de agua calma para que los posos de la conversación cayeran al fondo de su alma lentamente, partícula a partícula, formando una capa más sobre otros posos. No cabían más palabras en la conversación, el tema pedía a gritos un silencio restaurador de equilibrios internos. Las sábanas envolverían esencias e impregnarían pensamientos con suaves destellos de inspiración que iluminarían a intervalos el campo de concentración en que se había convertido la mente del muchacho.
El tratamiento era el idóneo para bucear en el interior de aquel laberinto humano que le ofrecía Lucas.
Relajación profunda, visualizaciones y entrada en la “Casa de las habitaciones” que removió algunos estratos, sacando a la luz fósiles psicológicos que aún conservaban su vida fantasmal.
Tumbado en la chaise longue de la cuidada consulta, el muchacho iba y venía por los laberintos que el psiquiatra planteaba. Su profesionalidad estaba coronada por el éxito en casos verdaderamente delicados, donde estaba en juego la salud mental de los pacientes.

• Ahora bajas los escalones de esa escalera de caracol y siente cómo en cada descenso, tu cuerpo se separa de tu percepción del aquí y ahora... Ya casi ni lo sientes... Está pesado, dejado caer en el sofá... Tu mente es la que está muy despierta, sensibilizada.

Lucas veía con perfecta nitidez cada uno de los escalones y hasta el fondo de la escalera. Su percepción en las visualizaciones había alcanzado con la práctica gran nitidez en imagen, perfume y sonido; conseguido por la perfecta separación, delineada por el médico, entre el cuerpo y la mente.

• Ahora estás frente a un pasillo bien iluminado cuya puerta del fondo pertenece a la escalera de caracol siguiente, que tanto sube al exterior como baja a otros pisos inferiores. Ambas paredes de este pasillo tienen cuatro puertas cada una y me vas a decir, comenzando por la primera de la derecha, cómo es la puerta: color, textura, si tiene algún letrero o numeración...
• La puerta es blanca, un poco sucia. Hay una cara de angelito con alas que sobresale en la parte superior.
• Entra y dime cómo ves la habitación.
• Hace frío y hay niebla que no deja ver con claridad.
• ¿Qué muebles tiene?
• Veo unas barandillas en forma de cuadrilátero y un bebé dentro que llora.

Lucas aspiró aire acongojado y una lágrima solitaria rodó desde la unión de los párpados por la mejilla.

• Te recuerdo que esto es una visualización, no una vivencia real. Da la vuelta y sal de la habitación, por favor. Tu abuelo te espera en el pasillo para darte un abrazo.

La cara del muchacho se iluminó.

• Sube por la escalera que bajaste y fíjate que a cada escalón que asciendes, respiras más profundamente y sientes más tu cuerpo. Inspira profundamente y mueve tus manos y pies...Repite la inspiración profunda...

Despacio le hizo salir del trance de ondas cerebrales theta y alfa, hasta la total recuperación del estado alfa.

Abrió los ojos Lucas, y su rostro, sembrado de acné severo, se volvió hacia el doctor.

• ¿Qué es lo que recuerdas desde el principio de la relajación?
• Eso. La relajación, la playa y las olas que me mojaban los pies. El sol que calentaba mi piel... bueno y...Sssííí, unas escaleras de madera en forma de caracol que iba subiendo y las respiraciones profundas.
• Bien, ¿Te encuentras tranquilo?
• Sí.- Dijo sin titubeos.
• ¿Sigues sin recordar nada hasta después de cumplir los doce años de tu vida?
• Lo intento, pero es como una espesa nube que no puedo atravesar. Me da miedo y frío.
• Tus tíos te quieren mucho y costean tu tratamiento para que te recuperes. Desde que murieron tus padres, son ellos quienes te quieren rescatar de la amnesia e introversión con este tratamiento. Debes mostrarte agradecido por ese empeño en ayudarte. Estamos dando pasos positivos, no puedo ser más explícito.
• Usted me da confianza.

Llegó la noche y Lucas besó a su abuelo y tíos para irse a dormir.
Se arrebujó entre las sábanas y, entre recuerdos de la sesión con el psiquiatra y alguna pequeña anécdota del día, una lluvia espesa de pesadez de párpados y cuerpo le instaló en la antesala de esa otra vida que es el sueño.

Un cordero de pocos días de vellón blanco pero sucio, balaba solitario en medio del monte. Llamaba a sus padres desesperado, mientras tanto, entre los matorrales, los ojos angulosos de un lobo hambriento amenazaban la vida del pequeño.
Algún ruido extraño le asustó y al volverse vio que era una oveja como su madre pero con cara de lobo que le miraba amenazante. Intentaba correr y no podía, estaba paralizado, también lo estaba la que parecía su madre. Una cuerda en el suelo le asusta de nuevo y escucha el llanto de un niño que le recuerda a él. Cada vez la escucha más cercana y clara. Se agita fuertemente en el momento que su tía le zarandea delicadamente el hombro y le despierta entre gemidos, asustado.

Le acercó un poco de agua su nueva mamá y desde entonces durmió profundamente.