Luisito era un niño enternecedor, dulce y melancólico. Quizás era así, porque cuando nació su madrecita santa murió.
Podía imaginar el rostro de su madre a través de las múltiples descripciones hechas por su padre y su tía querida.
En la escuelita donde estudiaba todos los niños tenían a su mamita viva, pero él solo tenía a su papacito lindo y su tía "Marga".
Ella lo había cuidado desde bebé y seguía desempeñando su postiza labor maternal con ternura y abnegación.
Su papito lo visitaba los fines de semana. Caminaban, jugaban, conversaban y terminaban con la observación del firmamento y las estrellas.
A sus ocho años Luisito no dejaba de conmover a su padre con sus infantiles preguntas.
___Papito, ¿Dónde está mi mamita?___decía con dulce voz.
Su papacito escucha su pregunta perplejo y nervioso. Alguna respuesta habría de encontrar para el niño.
___Hijo de mi corazón, mamita está en el cielo__
responde.
Don Carlos siente un dolor profundo en su pecho. El aire de la noche se torna pesado y el cielo azul exhibe un collar de guirnaldas multicolores, iluminando todo a su paso.
___Papito, ¿Cuándo nos reuniremos con mamá?__ pregunta el niño con débil vocecita, mientras sonrié tiernamente a su padre.
El agobiado hombre le replica a su hijo:
___Mi niño lindo, cuando Diosito nos llamé nos encontraremos con mamita___
El padre abraza a su hijo contra su pecho, lo aprieta fuertemente y le da un ósculo en la frente. Un manantial de lágrimas cristalinas se deslizan por sus mejillas; las seca rápidamente con sus dedos, pues no quiere que su hijo lo vea llorar.
Lleno de esperanzas el niño mira al cielo y dice:
___Te quiero mucho papito, te quiero mucho mamá, y no olvides Diosito lindo venirme a buscar___.