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Es jueves, son las 6:15 a.m. Pablo como todos los días me levanta con la frase celebre: “anda ponte de pie pinche huevonsita”. ¡Hoy no!, no quiero levantarme, me estoy muriendo de sueño; tomo aire y me niego.

Pablo se ha dado cuenta, y sin más, me recuerda que “mi única puta obligación es llevar a las niñas al colegio”.

Tomo aire nuevamente y me salgo de la cama directo al baño, pero el me saca la vuelta y sin darme cuenta comienza “que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, feliz cumpleaños mi vieja, que los cumplas feliz” y ahí está el reloj del aparador, bueno ya no es del aparador ahora es mío. ¡está divis, divis!, si me lo pondré con esos jeans de mezclilla obvio los que dan a mis caderas el objetivo que nadie se de cuenta que hoy cumplo treinta y tres. Los combinaré con una blusa de licra negra que haga juego con la correa del reloj, los zapatos.... en fin, escucho otra vez su voz "Pinche Marce no dejes de ir al gimnasio te estás volviendo a poner bien sabrosa cabrona"

¡Ay!, este pendejo ya me saco de concentración pero ahora sí, se merece su mañanero! Ah, ah, ah, ah, Paaaaaablo que me duele, sii, sii, ahhhhhhhh. ¡Listo! Ahora Pablo se va a trabajar y yo me vuelvo a concentrar en mi look.

Me dirijo al cuarto de las niñas para despertarlas pero escucho murmullos y entro repentinamente y ahí están: Julia de pie detrás de la puerta que al verme comienza a declamar una poesía, mientras Daniela ameniza la situación con la música, es lo mismo de todos los años y vuelvo a sentir culpa.

Yo andaba con Pablo desde que entré a la universidad, comenzamos a salir aunque nada serio, cuando el pensaba mandarme a la fregada llegó Daniela y bueno un par de años después llegó Julia. Siendo sincera creo que nunca he sido la madre modelo pero si versátil y desde luego que a mi manera pero las quiero, claro no como a Pablo a él lo adoro. Se que su padre jamás las lastimaría y eso implica que nosotros estemos bien, que nuestra relación este bien. Bueno, como todos los años el remordimiento también es cuestión de minutos.

Las he dejado en su cuarto para que se pongan el uniforme mientras yo bajo a preparar el desayuno pero... ¡mierda que se ha acabado la leche! Pero ellas tiene la culpa por no avisarme que se acabó anoche, se irán sin desayunar.

Se suben al coche y apenas voy dando la vuelta a Insurgentes cuando ya están peleando y justo en el momento que me dispongo a poner fin a la discusión Daniela me avisa que hay junta, ¡la voy a matar! Bueno, ¿Qué está niña piensa que mamá no tiene vida propia? Lo que me faltaba, la maldita calle de Florida atascada de carros en doble fila dejando niños. ¡Está bien! ¡está bien! me contendré, total llegaré un poco más tarde al desayuno con mis amigas.

Al fin me he podido estacionar. Entro a la escuela con mis hijas, dejo a Julia con las niñas de primer grado y me voy con Daniela a su salón con las de tercero. ¡Oh, sorpresa! La junta ha sido solo conmigo y es para decirme que la miss nota que Daniela y yo tenemos un distanciamiento. Me chocan estás tipas que piensan que le pueden decir a uno como ser madre, son las peores y como si yo no tuviera cosas que hacer.

Bueno, no importa, me subo al coche y me dirijo al Sanborns de Eje Cinco e Insurgentes, en el estacionamiento he visto el carro de la Chofas. Al entrar las veo a todas, una a una me viborean con la excusa del abrazo de cumpleaños por mis supuestos veintiocho años al tiempo que yo le presumo el reloj que me ha regalado Pablo, se mueren de envidi,a lo noto pero así son nuestros desayunos para ver quién de todas esta fuera de temporada, si a está o a aquella ya la dejaron y si una cuenta alguna anécdota nunca falta la que cuenta lo mismo pero más intenso.

Y así, como siempre se me ha pasado toda la mañana con mis amigas, no quisiera irme pero el fin de semana, habrá una reunión en mi casa y por el momento es hora de ir a recoger a las niñas.

Las recogo a las cuatro veinte y otra vez Miss Rebeca me ha vuelto a llamar la atención por los veinte minutos de retraso. Ya camino a casa comienza la acostumbrada discusión entre Julia y Daniela, ¡estoy harta, no más por favor!

Al llegar a casa he recordado que no hay ni comida, ni leche pero como no estoy dispuesta a seguir escuchando sus pleitos ire sola al autoservicio. Me he ido caminado, total solo son ocho cuadras. Aquí está justo lo que necesito pido ¾ de sopa fría y ¾ de milanesa, un par botes de leche, unas tortillas de harina y un dos botes de jugo.

Camino lento de regreso. Sé que al llegar, será como todas las tardes estarán discutiendo, a lo lejos me alienta ver el coche de Pablo que ya ha llegado, ¡sí, él le pondrá fin a está situación!

Pongo la llave en la cerradura y en unos instantes alguien me ha encañonado por atrás y sobre la nuca oigo una voz que en tono bajo pero determinante me dice que si no hago lo que él me dice entrará por mi familia. Mi estomago esta totalmente revuelto, tengo un deseo descomunal de gritar, quiero que todos escuchen que necesito ser auxiliada, que me muero de miedo, la piel se me ha inundado de escalofrío estoy inerte en el miedo pero no puedo permitir que este hombre entre a mi casa ahí está mi marido y ahí están mis hijas, a ellas no, no quiero que las toque, no estoy dispuesta a permitirlo.

Me pide que suba a una camioneta vieja que esta frente a la casa y que deje mi súper en la parte de atrás. Camino aterrada pero obedezco, no sé como pero he ahogado el grito dentro de mi y en mi miedo solo pienso en ellas.

Ha puesto su carcacha en marcha, enciende un cigarro y como si yo fuera una puta me invita uno y de verdad lo necesito. Le observo mide como uno noventa, es de piel morena, el pelo es negro y lacio, tiene ojos grandes, redondos de un café muy oscuro, su nariz es chata, su boca es grande, sus cejas son pobladas tiene unas manos grandes y maltratadas, su ropa es ordinaria.

Ahora ha tirado la colilla del cigarro, comienza a manosearme y mucho se ha alejado de Insurgentes, me ha traído a un lugar que no conozco, ni siquiera lo imagine este lugar esta muy solo. Ha parado la camioneta y me ha invitado otro cigarro pero esta vez es de marihuana, nunca he probado ninguna droga pero la acepto, la necesito, se lo que pasará y no quiero estar aquí prefiero estar drogada para no sentir a este maldito cerdo cuando algo pase.

Ha sucedido... estoy drogada y no he sentido. Ya amaneció, me ha rumbado por Tlatelolco, he caminado a Insurgentes y le he pedido al chofer del microbús que me deje pasar sin pagar que me han asaltado. Sin más me dirijo a casa, todo lo que quiero es ver a mis hijas y a mi marido, se pondrán felices cuando vean que me encuentro bien.

Me bajo del transporte y camino a casa bañada en llanto, afuera de mi casa hay varias patrullas, al verme Pablo me abraza. Entre lágrimas comienzo a narrarle lo sucedido, que al verme perdida no los pude arriesgar pero se ha indignado tanto que solo tiene palabras para reprocharme que no haya pedido ayuda.

La policía se ha ido y Pablo esta haciendo sus maletas y yo que creí que te daría gusto ver que estoy bien físicamente, que no me ha pasado nada y a nuestras niñas tampoco. Desde la ventana del cuarto veo a Pablo subirse en un taxi se ha marchado.

Me he quedado dormida y al despertar...

Son las 6:15 a.m. Pablo como todos los días me levanta con la frase celebre: “anda ponte de pie pinche huevonsita”. ¡Hoy no!, no quiero levantarme, me estoy muriendo de sueño; tomo aire y me niego.

Pablo se ha dado cuenta, y sin más, me recuerda que “mi única puta obligación es llevar a las niñas al colegio”.

Tomo aire nuevamente y me salgo de la cama directo al baño, pero el me saca la vuelta y sin darme cuenta comienza “que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, feliz cumpleaños mi vieja, que los cumplas feliz” y ahí está el reloj del aparador...

Para que decir más, ¿Estoy...? No sé donde estoy pero puedo ver que estoy contemplando ese día que para mi no ha terminado. Me veo haciendo lo mismo del jueves y quiero cambiar las cosas pero no puedo, solo me está permitido observar. Sigo viendo transcurrir el día hasta que...

Pongo la llave en la cerradura y en unos instantes alguien me ha encañonado por atrás y sobre la nuca, oigo una voz que en tono bajo pero determinante me dice que si no hago lo que él me dice entrará por mi familia. Mi estomago está totalmente revuelto, tengo un deseo descomunal de gritar, quiero que todos escuchen que necesito ser auxiliada, que me muero de miedo, la piel se me ha inundado de escalofrío estoy inerte en el miedo pero no puedo permitir que este hombre entre a mi casa ahí está mi marido y ahí están mis hijas, a ellas no, no quiero que las toque, no estoy dispuesta a permitirlo.

Ahora no observo, ahora si puedo actuar y pienso en Pablo no quiero que se suba al taxi, no lo quiero perder estoy a punto de gritar cuando levanto la vista y escucho a Julia y a Daniela peleando. Ya no tengo dudas de lo que voy a hacer, he decidido que repetiré mi día hasta el final, no puedo permitir que este hombre entre a mi casa ahí están mis hijas, ¡a ellas no!, no quiero que las toque, ¡no estoy dispuesta a permitirlo!

Texto agregado el 21-09-2005, y leído por 502 visitantes. (1 voto)


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