Hace ya mucho tiempo me contaron una historia. Me dijeron que simplemente, era lo que yo buscaba, la respuesta exacta para la interrogante que me hacía temblar de miedo por no entender lo que sentía. Ahora lo entiendo, y la historia me saca una sonrisa. Si alguna vez sentí que era cierto, fue del alma, pero no fue la suerte la que me tomó de la mano. Pero veamos, si es que lo recuerdo.
Hubo una vez, hace miles de millones de años, antes del Dios de los judíos, antes de los seres extraños que poblaban la tierra. Hace ya mucho tiempo, los espíritus que existían eran eternos, enormes, pero limitados. No poblaban la tierra por sí solos, y por ellos decidieron dividirse, en mitad macho y mitad hembra. Cada pedazo de vida se dividió en otros dos pedazos, se hizo de nuevo presente la mitosis del alma. Poblaron la tierra, simple y llanamente somos todos. Pero, ¡ea! Un día encontramos a la mitad de la que fuimos creados, la mitad que nos corresponde de ese espíritu incierto. Y nos enamoramos, perdemos la cabeza por un ser que entendemos como propio. Y nos enamoramos, quedamos muertos y heridos por algo que no entendemos.
Y nos enamoramos... ¿Encontré a esa mitad? Amiga, ese día en que lo contaste habías dicho que sí, que era mi mitad. Amiga, ¿qué crees ahora? Ahora que ves como yo lo que ha pasado, que estando fuera de mi desvelo duermes y sueñas lo que me pasa y me pasó. Amiga, ¿qué crees? Dímelo, porque absurdamente no entiendo lo que digo. No puedo escuchar si es un si o un no, si es una esperanza o un anhelo innédito.
Dímelo, que quizá tú sí entiendas... |