TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / dioni / Raro

[C:14178]

Soy un tipo raro. Y no está bien que sea yo quien lo diga, pero no queda otra salida que rendirme ante la evidencia. Hace unas semanas los comentarios me resbalaban: Carlos, vos tan raro, me decían, y yo como si nada. Este Carlos si es raro, rarísimo ese Carlos, este man es muy raro, ¿usted por qué es tan raro?, preguntaban y yo me limitaba a echarles el humo del cigarrillo a los ojos. Es que antes yo no era así, es más, estoy seguro que yo no era raro sino que era poco repetido, como el caramelo escaso que falta para llenar un álbum; pero ahora debo reconocer que soy un caso muy raro.

Todo empezó un lunes. Me levanté preparado para la dosis de comentarios que me tocaría oír. Ya saben: tan raro, qué raro, etcétera. Acostumbraban decírmelo un promedio de seis veces al día y no esperaba menos. Lo raro fue que por cada vez que lo hicieron ese día, empezando por el portero de mi edificio, me entraba una comezón en algún lugar del cuerpo y ahí si me sentía raro, como con un súbito ataque de sarna.

No se me había pasado todavía la rasquiña del primer “rarazo” cuando, entrando a mi oficina, me encontré con el insufrible compañero al que le debo por lo menos cuatro de las seis ocasiones que me acomodan raros al día y entre el saludo y los seis pisos que me acompañó en el ascensor, me regaló con tres “rarazos” que de igual manera me hicieron rascarme convulsivamente. Por un momento el hombre se quedó sin habla y miraba cómo me hundía las uñas en la piel, a través de la ropa, intentando disminuir un poco la molesta sensación. Al bajar del ascensor me dijo:
“hoy estás más raro que siempre”, llenando su cupo diario y dejándome con más comezón todavía.

El resto del día me lo pasé haciendo gala de fuerza de voluntad para no rascarme en las ocasiones en que me lo decían, y en la noche, ya en casa, al tratar de ver bien la alergia que me producían los rarazos entré en pánico. Si no estaba mal, alcanzaba a recordar que fueron ocho veces las que me habían dicho raro y en la piel, en vez de ronchas o un salpullido, por Dios, ¡tenia ocho zonas donde me habían salido plumas!. Intenté quitármelas con la cuchilla de afeitar, pero el dolor fue tan intenso y el sangrado tan profuso que casi me desmayo. Noche en vela sin entender qué pasaba y sin lograr superar mi fobia a los médicos para consultar a un dermatólogo, así que al día siguiente, además de las ojeras, me puse la camisa abotonada hasta el cuello, no me la arremangué por más calor que hiciera y salí dispuesto a soportar estoicamente los rarazos del día.

Por supuesto, entre los prejuicios de mis cada vez menos semejantes compañeros y mis nervios para que no se notara la transformación que estaba sufriendo, el promedio de veces que me decían raro al día se incrementó oceánicamente, también mi comezón y, .. ...mi plumaje. Al cabo de una semana casi toda la piel que cubre la ropa se había llenado de plumas. El resto, el desenlace, fue rápido: bastó una semana más para que las plumas invadieran todo mi cuello y el dorso de las manos y andar con cuello ortopédico y guantes para ocultarlas resultó peor porque eso sí era raro y así me lo dijeron. Me lo dijeron más y más, hasta que un día la ira me esponjó tanto las plumas que rasgué la ropa y quitándome los zapatos, el cuello y los guantes no me quedó otra cosa que hacer que salir volando por la ventana del séptimo piso donde quedaba mi oficina.

Texto agregado el 07-10-2003, y leído por 158 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]