Era el más guapo de la región, al menos eso decía él. Sus ojos eran grandes, muy grandes para mi gusto; su piel estaba cubierta por verrugas que las hembras consideraban sexy; sus piernas eran cortas y su cuerpo regordete; además su sudor era realmente tóxico. A pesar de ello, era el macho más deseado de la charca. Tío Sapo se paseaba orgulloso alrededor de su húmedo territorio, sin embargo, decía que el agua le arruinaba su peinado y no le gustaba mojarse.
Se avecinaba la primavera, ese día la charca estaba en completa paz. Tío Sapo quería aprovechar el momento de quietud para meditar antes de entonar sus cantos de amor. Con sus piernas flacas (comparadas con su cuerpo obeso) flexionadas y sus ojos cerrados, Tío Sapo se entregó al sonido del silencio. De pronto un ruido de ramas interrumpió abruptamente su paz. Al abrir los ojos Tío Sapo observó una pequeña figura verde moviéndose rápidamente alrededor de unas pequeñas varas. Era Tío Grillo que vivía muy cerca de la charca de tío Sapo.
- Pero Tío Grillo ¿qué es lo que te pasa? - gritó enojado tío Sapo
- Nada tío Sapo, ¿cómo estás?
- Pues estaba muy bien hasta que empezaste con tu escándalo
- Lo siento Tío Sapo, Sapo pero debo prepararme para las lluvias
- ¿Cuáles lluvias?, si aún no cae gota alguna
- Pero caerán y pronto
- ¿y por qué te preocupas con tanta anticipación?
- Porque debo hacer ajustes a mi casa, tú sabes que yo no sé nadar.
- Bueno, yo sé nadar, pero tampoco me gusta mojarme, estamos igual
- Pues sí, pero yo por eso estoy empezando a hacer mi casa y tú deberías hacer lo mismo
- No pienses por mí tío Grillo, yo estoy muy bien, tengo cosas más importantes que hacer.
- ¿Como qué cosas?
- Por ejemplo prepararme para cantar
- Bueno, si eso es importante para ti está bien, pero si no te gusta mojarte ¿qué harás?
- Ya pensaré en algo, primero lo primero
- Está bien tío Sapo, yo seguiré entonces con lo mío
- Bueno, haz lo que quieras, es tu problema, pero no me molestes más
- Lo siento tío Sapo, procuraré no hacer más ruido
Cada uno siguió con sus preparativos, tío Sapo le sacaba brillo a sus verrugas y afinaba su garganta y tío Grillo seguía recolectando trozos de plantas para los ajustes de su casa. Ambos sabían que las lluvias no tardaban en llegar. Tío Sapo estaba en la flor de la juventud, sus piernas eran flacas pero fuertes y tenía un color brillante, en realidad él no tenía casa y nunca se había preocupado por tenerla, vivía en la charca. Por su parte, tío Grillo estaba en el ocaso de su vida, había empezado a construir su casa hacía varias primaveras y ahora sólo quería darle los últimos retoques para tener un techo seguro en su vejez.
Un par de días después de aquel encuentro, el cielo se tornó oscuro. Estaba amaneciendo pero parecía de noche, a lo lejos una luz blanca esclareció el lugar y de pronto un estruendo balanceó el cuerpo amorfo de la charca, unos segundos después cayeron las primeras gotas. Primero fueron algunas separadas en tiempo y espacio y de pronto era una cortina continua de agua. El aguacero era impresionante.
Tío Grillo estaba muy bien instalado en su casa, había hecho los ajustes necesarios y el agua no podía entrar a su hogar. También había ampliado su casa para almacenar un poco de comida que le ayudara a subsistir mientras duraban las lluvias. Afuera, a unos cuantos metros el agua había agarrado desprevenido a tío Sapo que aún dormía cuando las primeras gotas tocaron su espalda. De hecho no despertó sino hasta que el aguacero lo había despeinado por completo. Enfurecido y maldiciendo su mala fortuna, tío Sapo corría despavorido, se abalanzó bajo una pequeña hoja pero ésta no le ayudaba en mucho, por el contrario, parecía que la hoja tomaba la forma de regadera y se dirigía directo a su bella cabellera.
Tío Sapo volteaba desesperado a todos lados buscando un refugio. En eso vio la casa de tío Grillo y no lo dudó.
- Toc toc. ¡tío Grillo!, ¡tío Grillo! - Gritaba desesperado tío Sapo
Mientras, tío Grillo se había preparado un té de hierbas y estaba plácidamente sentado en su hojita mecedora, leía un libro de poemas que le hacía recordar amores de juventud.
- Toc Toc, ey!!! Grillo – seguía gritando desesperado tío Sapo
- ¡Ah caray!, ¿quién tocará con este tiempo?- se preguntó a si mismo tío Grillo
Corrió tío Grillo a la puerta y cuando abrió sólo se encontró una gran boca húmeda que cubría casi toda la puerta. Era la boca de tío Sapo
- tío Grillo déjame entrar a tu casa, la lluvia está muy fuerte
- Lo siento tío Sapo pero no hay lugar para ti
- ¿Cómo que no? si la casa está muy grande
- No está grande, apenas es suficiente para mis cosas y mis reservas, no cabes aquí
- Pero tío Grillo, ¿cómo puedes ser tan malo, que no ves mi desgracia?
- Lo siento tío Sapo, pero yo te lo advertí y tú me dijiste que te dejara en paz
- Sí, pero ¿no te das cuenta que es la mala fortuna la que ha conspirado contra mí? No puedes ser tan malo
- Me duele tío Sapo, pero debo ver por mí
- No seas malo, somos vecinos y amigos, tienes que ayudarme en mi desgracia
- Aunque yo quiera, no cabemos los dos aquí
- Si cabemos, sólo es cuestión de hacer un poco de espacio
- Pero el único espacio que queda es el de mi cama, mi mecedora y mi comida
- La mecedora no es vital, puedes prescindir de ella, puedes hacer un pequeño sacrificio por mí.
- Está bien tío Sapo, sacaré mi mecedora
Tío Grillo tomó su hoja que tanto trabajo le había costado tallar y la arrojó fuera de su casa, la lluvia apretaba un poco más afuera.
- Bien tío Sapo, veamos si cabes
- Sí quepo ¿cómo que no?
Tío Sapo comprimió lo más que pudo su estómago, pero nada, no cabía en la pequeña casa de Grillo, su panza chocaba con la base de la cama de tío Grillo.
- tío Grillo, pero ¿para qué quieres la cama?, si puedes dormir directo en el tronco, no sé por qué te pones con esos moños si yo ni techo tengo.
- Está bien, está bien - dijo ya resignado tío Grillo, y arrojó su cama fuera de la casa
- Muy bien tío Grillo ahora sí.
Como pudieron se acomodaron ambos. Tío Sapo ocupaba prácticamente todo el volumen de la casa y tío Grillo había quedado sentadito en un rinconcito de la misma. Aun tenía espacio para levantar sus brazos y leer un poco. Mientras tanto tío Sapo empezó a sentir el impulso de cantar.
- Cruaccccc, Cruaccc - empezó tío Sapo sin previo aviso
- Cruacccccc, Cruacccccc – tomaba más impulso.
- Toc Toc - le tocaba la espalda con timidez tío Grillo a tío Sapo
- Dime Grillo
- ¿Podrías dejar de cantar? No puedo concentrarme en mi lectura
- Por favor tío Grillo, ¿ahora te pones de sangrón? ¿Qué tal el escándalo que tú hacías recogiendo tus malditos palos, ehhh?
- Pues sí tío Sapo, pero yo no tenía opción
- Pues yo tampoco, ese es mi instinto - Terminó la discusión tío Sapo.
- Cruaccc, cccruaccc, ccruaccccccc - continuó tío Sapo, pero ahora este sonido era acompañado por una expansión desbordada de la papada del Sapo.
Inflado tío Sapo, el espacio libre en la pequeña casa de tío Grillo se redujo a nada. La espalda de tío Sapo ahora estaba en el rostro de tío Grillo y el libro que éste leía estaba embarrado en sus narices. Tío Grillo sentía que se empezaba a asfixiar, le faltaba el aire. Como pudo emitió un sonido de lamento
- Ayyyyy, ayyyyy - Gemía tío Grillo ya sin fuerza para articular una palabra.
- Cruaccccc, Cruacccccc – cantaba muy cómodo tío Sapo
- Ayyyy, aaaaayyyyy
- Cruaccccccc, cruaccccccc – seguía alegre tío Sapo.
- Ayyyyy, ayyyyyy
- Cruaccccccc, cruaccccccc – cantaba ahora un poco molesto tío Sapo
- Ayyyyyy, ayyyyyyy
- ¡Ya estuvo bueno! - gritó furioso tío Sapo- ¡el que no quepa, que se salga!
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