Hoy no quería amanecer.

Quería mantener mis ojos cerrados hasta que llegara algo por lo que quisiera abrirlos... o hasta que se fuera aquello por lo que quiero dejarlos cerrados.

Hoy quería que fuera noche todo el día, que se agotaran las horas en un eterno sueño, que el sol se rebelara de su tarea cotidiana y la luna suplantara su lugar manteniendo la oscuridad que me protege.

Pero abrí mis ojos, y el día estaba tan claro como siempre. Di los mismos pasos que a diario recorro, asistí a los mismos lugares, vi a la misma gente... balbuceé las mismas palabras, pero hoy me sonaron más insulsas, hoy me cansé más al caminar y los lugares me parecieron más absurdos, la gente estaba más ausente.

Hoy no era un día para despertar.

Tampoco lo es esta semana, ni este mes; probablemente ni siquiera lo sea este año.
Pero mi realidad humana me vuelve zombie de mis días, qué irónico. Cada día que vivo estoy más muerta del mundo.

Tal vez si fuera una piedra todo tendría más sentido y me sentiría libre.

Mi voluntad está tan frustrada, es tan inútil, tan falta de sí misma...ya no recuerdo cómo es estar consciente. Ya no recuerdo mi lucidez.

Ahora actúo en una loca realidad paralela donde viven por mí, donde no me reconozco y me siento una extraña.