- ¿Estás seguro de que eso es un tigre?
- ¿por?
- No sé, ese tigre anda un poco...., un poco farragoso.
- ¿De verás?
- Prueba a poner TIGRE debajo, a lo mejor así...
- Ja, mira como me río.
- Pues yo lo veo bien.
- Prefiero que no parezca un tigre.
- ¿y eso?
- Porque sólo hay una cosa en el mundo que me de más miedo que los tigres.
- ¿los coleccionistas?
- No, idiota. ¿por qué me iban a dar miedo los coleccionistas?
- No sé
- Lo que más miedo me da en el mundo son los tampones.
- Venga ya. Tú me tomas el pelo.
- No en serio cuando era pequeña me mordió un tampón.
- Sí, claro.
- Era la única vez que usé uno. Mi fiesta de graduación. Mi madre andaba como loca diciéndome que no usará esos chismes que me iba a desgraciar.
- Un poquillo antigua tu madre ¿no?
- Si la hubiera hecho caso... Como no podía verme mi madre. Salí al jardín. Había mucha claridad porque había luna llena.
- No me digas más. Ahora empieza: La increíble y escalofriante historia del tampón licántropo.
- ¿Sigo o vas a seguir diciendo gilipolleces?
- Sigue, sigue
- Me senté en el columpio. Abrí el envoltorio Y justo cuando me lo iba a poner noté como se movía en mi mano. Era como un enorme gusano de seda. Me mordió y grité. Mientras lo pisoteaba en el suelo, mi madre apareció en el jardín corriendo. Le dije histérica: Mamá el tampax me mordió. Creo que ya no soy virgen.
- ¿y que dijo tu madre?
- Me partió la cara.
- Ya me imagino. Si tu madre de tonta no tiene un pelo.
- No sé ni para que te lo cuento. Hala, sigue con tu tigre o lo que quiera Dios que sea eso.
- Es un tigre.
- Que sí, que sí. Lo que tú digas.