Alfi, como tanta otros, cree que la primera impresión, buena o mala, es la que cuenta. Sin excepciones.
Siendo tal la importancia para Alfi del saludo inicial es lógico que su presentación sea fruto de una profunda reflexión. Descartó “Me llamó Alfi y soy arqueólogo” por prosaica, eliminó “me llamo Alfi y tengo treinta y conco años” por vulgar y pasajera, tampoco le valía “Me llamó Alfi y soy virgo” por idiota.
Ningún saludo era bueno.
Hasta que encontró el saludo perfecto “ Me llamo Alfi y colecciono tigres”.Alfi sintió la chispa de la genialidad al pensarlo. Era la antitesis prefecta.
Todo el mundo piensa, aunque sin mucha justificación, que los coleccionistas son personas tranquilas, feas y grises. Y los tigres, bueno los tigres son el icono de la fiereza, de la belleza y del color.
Coleccionista de tigres, coleccionista de tigres, perfecto –silabeaba orgulloso de su descubrimiento. El hecho de que en el apartamento de Alfi no hubiera ni un solo tigre, hubiera sido un impedimento para muchos, pero Alfi presumía de no estar encadenado a la realidad.
Con su saludo perfecto se fue al mundo. Nadie podía negarle más originalidad –Hola, me llamo Alfi y colecciono tigres- y además aprendió a catalogar minuciosamente a la gente dependiendo de la reacción ante su saludo.
Había tres grupos: Estaban los perplejos con sus ojos como platos, los hipoacúsicos con su ¿qué coleccionas qué?,y los peores, los pragmáticos con su ¿para que sirven los tigres?
La primera vez que le preguntaron ¿Para qué sirven los tigres? Alfi no supo que contestar, pero como no estaba dispuesto a abandonar consultó enciclopedias, entrevistó expertos y estudió todos los libros del mundo acerca de tigres, El duro trabajó dio su fruto y descubrió entonces, dura y triste como siempre, la verdad: Los tigres no sirven para nada.
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