En el cuento “La escritura de Dios”, Borges imaginaba el secreto de la creación escrito en las manchas del pelaje de un Jaguar.
Uno de sus discípulos nos advierte más tarde, de la existencia del libro de la verdad, que contiene las claves de la vida, y del libro del engaño, que nos confunde con mentiras de lo más convincentes.
Ambos poseen idéntico titulo: “Este es el libro de la Verdad”.
Afirmaciones como ésta, empujaron a José Pasciaroni, “El negro” para sus compañeros de la Base, a una desenfrenada búsqueda literaria.
En su departamento del barrio Universitario, se apilaban volúmenes sobre los más diversos temas.
Encuadernado con espirales, sin tapas y escrito solamente en el anverso, se puede leer “El tratado del destino”. La última hoja desemboca tan perfecta, como irremediablemente en la primera.
Quizás por la falta de espacio y a lo mejor por pura necesidad, los libros comenzaron a cumplir funciones un tanto más banales.
Así Erich Fromm, Bioy Casares, Jorge Bucay, Carl Sagan y Khrisnamurti,
terminaron sosteniendo al velador.
Una vendedora de “Henry Libros” sostiene que el negro ya no selecciona los textos por su contenido, sino mas bien por sus dimensiones y el color de la tapa.
Otros afirman que, cansado de buscar, concluyó que todos los libros son el de la mentira.
Cierto día cayó en manos de este humilde redactor, un libro cuya tapa anunciaba “TRATADO ACERCA DE LA VIDA”. Al abrirlo pronto se vio que más que un libro, era un cuaderno y que para poder leerlo, primero había que ser capaz de escribirlo.
GG 19-09-2005
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