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Clara, como su nombre tenía la piel. Azules y de hielo los ojos, y la lengua más hiriente de todo el pueblo de Linares, Chile, allá por los años 40 del siglo pasado. Su herencia española se adivinaba en su garbo al caminar, su porte enhiesto aún pasados los sesenta años, y esa alegría agresiva que se le escapaba por todos los poros en cualquier animada tertulia social. Dicha alegría se vio disminuida un tanto al enviudar, pero renació con fuerza una vez cumplido el periodo de luto tradicional.


Nunca pudo acostumbrarse a vivir rodeada de tanto chileno; “indiecitos”, les llamaba. Diecisiete hijas parió en Chile, y a las diecisiete planeó casar bien. - ¡Que ninguna de sus hijas osara siquiera posar los ojos en un chileno, por amor de Dios!- solía decir. Una a una fueron cumpliendo sus órdenes, y formando pareja con lo más granado de la sociedad linarense de esos años. Los apellidos vinosos, de origen vasco preferentemente, fueron ligándose al ya frondoso árbol familiar. Una a una fue cumpliendo el ritual, excepto la úitima, Zarina.


Zarina llevaba este nombre para ser la esposa de un zar. No podía ser de otra forma. Era la más parecida a Clara, y para bien o para mal, la más bella de las diecisiete. La misma blancura en la piel, los mismos ángulos firmes que dibujaban su rostro, pero un par de ojos negros y profundos cuya mirada no se podía sostener. Incluso la misma boca mordaz e hiriente, capaz de hundir el puñal de la humillación más profunda sin esbozar el más leve rictus de desagrado, era el rasgo más notorio de su parecido.
Fue la última de sus hijas, pero fue la primera en rebeldía. Por aquellos años el que una mujer trabajara fuera de su casa no era de buen ver, sin embargo, nadie pudo sacarle a Zarina de la cabeza el deseo de trabajar. Cuando conoció a Christian era la primera mujer telegrafista de correos.


El hecho de que el apellido alemán de Christian acompañara a un cuerpo delgado, bajo y de tez oscura, era un contrasentido casi cruel. Físicamente, Christian pasaba como un genuino representante del pueblo chileno original, y lo único ario que podía adivinarse en él eran su metódico hacer, su amor por la perfección y la firmeza inquebrantable de su voluntad. De tales armas hubo de hacer uso cuando tras posar sus ojos por primera vez en la bella telegrafista del correo de Linares, decidió que sería su esposa.


En seis meses de visitas al telégrafo, de correspondencia encendida y de complicidad filial entre las hermanas, Zarina había decidido plantar al pretendiente establecido por su madre, y entregar su amor a este singular varón linarense, quien con sus silencios hacia hablar el alma, y con su voluntad doblegó cualquier altanería infantil de su parte. La humildad tiene en ciertos varones la cualidad de dotarlos de una fuerza incontrarrestable. Es como si la verdad de sus sentimientos fuera tan evidente, que su pureza fuera la del diamante, y tal fuera su solidez.
Mientras a Clara le hablaran de Chistian por sus apellidos, no hubo problemas. Incorporar sangre alemana a la simiente que su familia sembraba en Chile no le parecía mala idea. Alabó en Zarina como rasgo de su propio carácter el que fuera capaz de deshacer una boda casi inminente, al descubrir el verdadero amor en otro hombre. Sin embargo, no había tenido ocasión de verlo todavía. El trabajo d Christian lo mantenía viajando constantemente fuera de Linares. Los pocos días que estaba en el pueblo, los ocupaba en sus citas con Zarina, en las que convenientemente eran acompañados por alguna de las dieciséis cómplices, cual más, cual menos, deslumbradas por el amor poderoso que este joven y apuesto “indiecito”, de mirada sincera y silencios profundos, profesaba por su bella hermana menor.


Más no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, según reza el refrán. La fecha y hora de la petición oficial de la mano de Zarina en matrimonio había sido fijada, y con puntualidad alemana el muchacho empuñó el aldabón de la puerta principal para llamar.


Dos horas. Ese fue el tiempo exacto en el que estuvieron reunidos a solas en el salón de lectura, la dueña de casa y el pretendiente. A ninguna de las muchachas se les escapó la mirada de sorpresa en el rostro de su madre al ver de pié en el centro del salón principal, al moreno muchacho, quien le sostuvo la mirada sin altanería, pero con dignidad. Cada una recordaba las frases hirientes que humillaron a todos los “indiecitos” que osaron enfrentar antes a la señora, y ninguna olvidaba la sonrisa casi tímida con que Clara hizo pasar al joven al salón contiguo. Tras cerrarse la puerta doble, Zarina cayó en un trance místico y cogió el rosario para elevar quizá cientos de avemarías por el dueño de su antes díscolo corazón.
Cuando por fin se volvieron a abrir las puertas, la salida de la pareja -doña Clara asida con delicadeza del brazo del joven Christian- inundó la sala de felicidad largo tiempo contenida. Se diría que eran dos dignatarios de oriente y occidente que han firmado un tratado de amistad duradero y provechoso para sus respectivos pueblos. Fijados todos los detalles de la próxima boda, y mientras la feliz pareja se despedía en los jardines de la casa, dieciséis pares de oídos esperaban la respuesta a la pregunta que una de las dieciséis bocas formulara:


- Mamá, dinos: ¿Cómo es que siendo Christian un
“indiecito”, tan negrito, tu le hayas aceptado en la familia?
Clara acarició con gesto reflejo el camafeo de oro que colgaba sobre su seno. Sólo ella conocía el manojo de cabellos oscuros como la noche que se guardaban desde hace más de 40 años en él. Su mirada recogió el rocío de la noche al responder con una suave sonrisa llena de picardía:
- No, niñas, Christiancito no es negro … es morenito no más.

Texto agregado el 19-09-2005, y leído por 229 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
10-02-2006 Excelente. 5* peinpot
08-02-2006 nuevamente debo felicitarte, encantador relato, los personajes tan dibujados que estaba ante una pantalla gigante viendolos moverse con gracia, hfeliz de encontrate.***** janine
03-02-2006 Excelente narración. El final puede interpretarse de diversas maneras. Felicitaciones y van mis 5* jorval
25-01-2006 Voy por más. Hasta aqui excelente. aukisa
18-11-2005 Muy buen, pero muy buen texto. No deja de sorprenderme la facilidad con que te brotan las palabras, para contar una historia. Mis 5 estrellas para tí. gabriel_santiago_carrasco< /a>
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