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Genaro se despertó temprano, como todos los días, pero esta vez tenía un motivo muy especial. El trabajo en el fundo siempre comenzaba antes de que clareara, por lo que la costumbre hacía que no fuera especial para él la salida del sol en el campo. Sin embargo, hoy tenía media mañana libre, por orden del patrón, y su pecho se llenó del aire matinal, ansioso por lo que se avecinaba. Se dio el gusto de asearse en el riachuelo cercano, con menos prisa que de costumbre. El mate lo bebió dando trancos largos y pausados en los alrededores de la casa que ocupaba como parte del inquilinaje.


Los primeros rayos del sol lo sorprendieron ascendiendo la suave loma que lo conducía a los corrales. Por entre la hierba brotaban los saltamontes por cientos a cada paso, simulando salpicaduras de un mar verde y oro. La niebla vestía los cerros lejanos con faldones de novia, y el cielo se pintaba de ese azul tan intenso en los cielos de verano del campo chileno.


Se diría que la yegua blanca lo esperaba. Ya antes de verlo subir la loma el animal estaba inquieto y se paseaba en el corral haciendo grandes círculos. En el momento en que lo vió venir, se quedó quieta mirándole, y no varió su postura ni aún cuando el muchacho entró al corral para comenzar la faena.


Su patrón, don Arturo, tenía a "Camelia" hace tiempo entre los cientos de caballares del fundo, originalmente con propósitos de monta para obtener crías; sin embargo, el carácter increíblemente arisco del animal hizo imposible que alguno de los garañones que la pretendieron lograra su objetivo.
Sólo el romanticismo de don Arturo salvó a "Camelia" de un destino más aciago, ya que no sirviendo para cruzarla, ni aceptando monta o yugo alguno, era un bien totalmente desechable para el trabajo campesino. De no tener esa estampa altanera, esa fuerza muscular que se adivinaba con sólo verla y esos ojos brillantes que miraban fijo, fácilmente pudo haber terminado vendida o hecha charqui hace ya tiempo.
Genaro le ofreció a su patrón comprarle el animal, pagando con parte de su sueldo el importe. Se había demorado dos años en lograrlo, pero ese era el día en que "Camelia" cambiaría de dueño.


La yegua no hizo amago de alejarse cuando Genaro le pasó el cabestro por el hocico, ni cuando procedió a cepillar el lomo plateado como quien prepara una ceremonia casi litúrgica. Sin embargo, tras dar el salto para montarla, el animal se transfiguró en la bestia que ya le había dado fama en la comarca. El aire se llenó de polvo, relinchos y bufidos. Los corcoveos eran tales que parecían quebrar en cualquier momento la espalda de la yegua enfurecida. Pese a la fuerza y juventud propias de Genaro, sus labores nunca incluyeron la doma entre sus habilidades, por lo que no tardó mucho en dar con su humanidad en tierra.
Prestamente se retiraba tras cada caída, alejándose de los peligrosos cascos y mordiscos de "Camelia". Cuando el animal se calmaba, volvía al ataque en su afán por lograr montarlo. Así se llevaron dos largas horas de lucha enconada, hasta que el muchacho pareció ceder y se quedó sentado en tierra, con la espalda apoyada en el cercado del corral. "Camelia" le miraba triunfante y sudorosa, jadeando y golpeando el suelo con uno de sus cuartos delanteros, como incitándole a probar de nuevo. Reunió sus últimos esfuerzos para levantarse y coger la soga que ataba a la yegua. Comenzaron a jalar ambos por cada extremo, ya que esta vez el animal ni siquiera parecía querer quedarse quieta para permitir la monta. Genaro rodeó sus puños con la gruesa soga para conseguir mejor agarre, y fue en ese instante, como si "Camelia" hubiera estado esperando el gesto, en que se alzó en sus cuartos traseros y dio un tirón de fuerza descomunal, arrancando un alarido de labios del muchacho. Con el envión, la soga hirió salvajemente los puños de Genaro. La sangre comenzó a brotar furiosamente y escurrirse por los antebrazos del joven campesino. El muchacho comprendió que corría el riesgo de perder sus dedos en esa lucha, y trató desesperadamente de librarse de la fuerte presión que ejercía la fuerza del animal enfurecido. Estaba librando ya sus manos de la trampa cuando vino el tirón final, que se llevó las uñas de sus dedos con trozos de carne en cada una. Las agujas del dolor se enterraron profundamente en su piel, y cayó de rodillas en la tierra con los ojos bañados en lágrimas, lanzando los peores insultos que su vocabulario conocía. El dolor era mayor cuanto mayor era su impotencia. "Camelia" no aceptaría nunca dueño alguno, y el no podría lograr su anhelado sueño. Sin embargo, al levantar la vista, incrédulo observó una mirada distinta en el animal. Continuaba bufando y temblorosa, pero en su mirada ya no había furia, sino sorpresa y dolor. Lentamente "Camelia" se acercó al joven arrodillado, y ya muy cerca inclinó la cabeza casi hasta tocar con su nariz el hombro del muchacho. Se hizo un largo silencio en el corral, mientras descendía el polvo en suspensión y se acallaba el sonido de los pájaros. Genaro se levantó y montó una vez más a la yegua, y esta vez no hubo asomo alguno de protesta. El asombro del muchacho dio paso al orgullo y a la felicidad extrema, cuando salieron en suave galope del corral.


Una hora más tarde, Celia Martínez vio llegar a su prometido ante la puerta de su casa, montado en la hermosa yegua del patrón. Las manos ensangrentadas de Genaro la llenaron de angustia, y con los ojos en llanto corrió a su lado mientras desmontaba. Sin embargo, su aflicción se trocó en azorado rubor, y su corazón se detuvo cuando lo vio en tierra, erguido cuan alto era, con los ojos brillantes de ilusión. Se miraron un momento a los ojos antes que Genaro le dijera: - "Este es su regalo de bodas, mi amor."

Texto agregado el 19-09-2005, y leído por 330 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
08-02-2006 uf, impresionante la forma de narrar, imagenes tan reales que hasta duelen, y por otra parte de una musicalidad que absorve por completo...para ejemplo un boton.. "Los primeros rayos del sol lo sorprendieron ascendiendo la suave loma que lo conducía a los corrales. Por entre la hierba brotaban los saltamontes por cientos a cada paso, simulando salpicaduras de un mar verde y oro. La niebla vestía los cerros lejanos con faldones de novia, y el cielo se pintaba de ese azul tan intenso en los cielos de verano del campo chileno." janine
03-02-2006 Excelente. La narración fluida y natural hacen de "La doma" un texto muy entretenido. Felicitaciones y van mis 5* jorval
28-01-2006 Parece que todo tiene su costo. Excelente relato. NeweN
18-11-2005 Otra vez un texto muy bien escrito. Me ha encantado la manera como lo vas narrando, haces que uno comience a leer y no parar hasta llegar al final. Por supuesto, mis estrellas para tí. gabriel_santiago_carrasco< /a>
25-10-2005 Disfruté la "doma a pleno". Muy bien narrado, imágenes impresionantes y un final muy tierno. Felicitaciones y estrellas. marimar
 
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