Camas, sillones, baños, autos, plazas, pubs, calles, hoteles, cafés. Tantos rincones que parecen haberlo visto todo...Desde la primera vez, hasta la última... Y todo pasa fugazmente, como una película muy antigua que siempre se quiso quedar en la memoria.
Pero no elegimos esto. No elegimos recordar. Es un acto involuntario, como amar al imposible. Sabes que no te conviene, que nunca resultaría. Y aún así, contra tu autoestima y pisoteando el propio orgullo, sientes que una enorme tristeza comienza a invadir cada zona que se jacte de sensible. Es por eso que de pronto todo duele. O a veces son recuerdos de lo que sí se concretó, pero murió en el camino.
Una vez... caminando por la Alameda, le dije a él:
"¿Sabes? Las personas son como hoteles. Sí, suena extraño, pero no lo es. Piénsalo. Llegas a la habitación, y te da gusto ver que está todo limpio, pulcro y ordenado. Cada cosa en su lugar, parece que nadie antes hubiese dormido ahí. Y bueno, lo adoptas como tu hogar por un par de días, tal vez más.
No te preocupas de hacer la cama, eso sí, ni de cambiar las sábanas o secar las toallas... sabes que el servicio del hotel lo hará por ti. Quizás el último día en tu habitación pidas algunas cervezas y disfrutes un poco más ese lugar. Finalmente, tomas todas tus cosas y te vas, sin dejar rastro de ti.
Así, la próxima persona que llegue a esa misma pieza del hotel encontrará todo limpio y ordenado, como si nada ni nadie hubiese pasado por ahí.
Con las personas sucede lo mismo.
Encuentras a alguien, es todo perfecto, te sientes en casa al lado de ese hombre o esa mujer... lo acoges, lo amas, te entregas, crees morir por ese ser... y de pronto todo se acaba, lloras un poco, pero finalmente olvidas, total o parcialmente ese dolor, cuando conoces a otra persona, que es tu nueva habitación de hotel... pulcra e inmaculada.
Y tú también eres para él o ella alguien puro... como si nada ni nadie hubiese pasado por ti..."
Me quedó mirando un instante y pensó, nostálgico, que realmente era así. |