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Unos pasos más hicieron que mis piernas se detuvieran. Me aferré a la baranda de la escalera, bajando uno a uno los innumerables escalones. El empobrecido granito, flotaba debajo de mis pies como un océano de dudas, detrás, la pesada carga se arrastraba a mis espaldas. Inhalé, ante lo opulento del peso, mientras una señora se acercaba en mi ayuda, ignorándola con mi cabeza ensimismada hacia la caja. Gente iba y venía a los distintos subtes; yo sólo descendía lento en mi odisea. Sentí que la muerte se apoderaba de mi sombra, entonces me detuve unos instantes. La humedad se había conjugado con el calor reinante, en una suerte de cóctel maligno. Allí comencé nuevamente la travesía. Ahora mis pies eran una mancha más de carne que se sumaba a los matices del piso. Cuando pude llegar a la planicie de la boletería, saqué el pasaje. Luego la espera, ese continuo cotejar a mi paquete, más siluetas transitando esos tétricos subsuelos. Accedí a un asiento del tren cerca de la puerta, para caer derramada en un montón de huesos y de grasas. Acomodé la caja debajo de mis piernas, justo cuando su envoltorio comenzaba a enrojecerse, y el boletero venía hacia mí. Acongojada y exhausta, le entregué el pasaje, ante esos ojos inquisidores. Las huellas de sus manos se perdieron en un reconocimiento del equipaje, mientras las pupilas se internaban en mi escote. Allí nació lo repentino, junto a tantos otros recuerdos, la sed de venganza, mi esposo sobre aquella veinteaniera, el metal entrando y saliendo de la carne, sus trozos ligeramente dispersos, la mirada inerte fluyendo desde los ojos, bajo esa fría sensación que se volvía a repetir en el boletero, un olor putrefacto invadiendo los vagones, la policía yendo y viniendo en los andenes, el rojo inscripto en los fétidos pasillos, mi silencio, una caja llena de mutilaciones, más hombres girando en adulterios, tanta soledad...

Nuevamente me hallé ante una escalera para comenzar otros caminos, donde el peso era imposible de acarrear, bajo esa infinidad de culpas segmentadas que seguían dejando un rastro a mis espaldas...

Ana Cecilia.






































Texto agregado el 07-10-2003, y leído por 315 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
08-10-2003 uy...Anita...que tremendo relato que nos dejas....me super, requetesupernencantó...hay tanto que dices pero que no terminas de decir...guauu eso me fascina y el final...pues..que decirte sino que siempre tengo que escarbar en mis montañas de tiempo sin tiempo para poder leerte pues...mira qué me habría perdido!!...piquitos y estrellitas gaviotapatagonica
07-10-2003 Me fascina lo onírico y la sordidez de las imágenes que creas y en las que te recreas. Fantástico. Y siguen... y siguen... mac
07-10-2003 tu, escriviendo con ganas, yo lo leo con esas mismas ganas. Molt bé Anna. En catalán lo digo jajajaja felicidades, estrella para tí i un petó monilili
07-10-2003 Fantástico, AC. Consigues superar lo habitual del tema con un estilo envolvente y seductor, que atrapa al que lee sin remedio. El decir sin decir, las segundas intenciones, la lírica entre lo trágico y lo macabro, todo contribuye a elevar el texto a un nivel literario fenomenal. Sabes que prodigo muy poco el arte de dejar cinco estrellas, considéralo una muestra de admiración. Besito casto. Vlado
 
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