Sispilacopa Sin Remedio
Cuarta Parte
A las 16 horas San Felipe era participe de un terremoto grado 7.2 en escala Richter, mientras Los Andes, ciudad vecina, se hundía a causa de este.
Susana desesperada solo miró al cielo para preguntar el porque y ver como una nube casi como si tuviese vida propia se movía transformándose en mil formas distintas terminando en un cuerpo de contexturas humanas pero con 4 brazos y una gran cola, 2 pares de alas a sus espaldas y el instrumento musical en sus manos que lo identificaba el pasaje apocalíptico: “El primer ángel tocara su trompeta y el primero se los 7 sellos se abrirá”
-Mierda – fue lo que primero se le vino a la mente mientras instintivamente tapaba sus oídos con sus manos sabiendo igualmente que era inútil.
El ángel, que más que eso parecía un demonio de pesadilla, rugió y toco su trompetazo hacia el cielo despejando todo el lugar y haciendo reventar los vidrios de las ventanas de las pocas casas que quedaban en pie. El cielo estaba llorando sangre como muchos decían que ocurriría.
Susana, Manuel y Benjamín no se creían que después de todo estuviesen vivos.
Ya nada los comunicaba con el mundo exterior a su metro cuadrado y a cuanto sus ojos podían ver a sus alrededores.
Un eco del trompetazo quedo para siempre en sus cabezas. No sabían que hacer. Valparaíso según los rumores que ya corrían en lamento, era escombros y el mar había penetrado asta toparse con las faldas de los 45 cerros que lo conformaban.
San Felipe todavía estaba estratégicamente protegido del mar y la nieve de la cordillera. Sin embargo el terremoto dejó por los suelos toda estructura que se vio por sobre los dos metros de alto.
Benjamín ya estaba trastornado, solo lloraba y gritaba a Raquel como si todavía ella estuviese con ellos. Sus gritos cesaron de estupefacción cuando el instrumento caía a la tierra como una gran sombra sobre la cordillera haciendo un estallido que tapo el cielo con una gran masa de polvo plomo y rocas voladoras que se abalanzaban sobre la gente que corría despavorida sin escondites cercanos.
Una erupción provocada por la mano de Dios.
El ángel se había transformado en un haz de luz que se dirigía hacia el sol. Era de imaginarse desde el espacio un agujero en el cielo, ninguna nube tocaba el haz de luz. Como si un gran escudo lo protegiera un kilómetro a la redonda. Esta luz se veía que bajaba a la Tierra a una velocidad muy lenta, Susana al ver esto supuso que cuando llegara al contacto seria momento de despedirse.
-Miren – dijo Susana apuntando el sol – el aro esta blanco ahora
-Cierto, ¿qué se nos avecinara ahora con esto? – pregunto Marcelo algo alterado mientras trataba de sentarse junto a Benjamín que todavía suya lo paranoico.
No pasaron mas de cuarenta minutos para que otro eco resonara tras de la cordillera. Un espectáculo rojo se vio el lado oeste de la cordillera y si esto fuera poco, como una explosión nuclear la cordillera se fragmento y se hizo fuego seguida de una onda expansiva de ultrasonido.
Peor que el anterior son de la trompeta, este los dejo con una sordera que al escuchar algo, ese algo iba acompañado de un acope doloroso en el tímpano. Buscaron un lugar para poder esconderse de la lluvia de piedras. Benjamín fue dejado con la pena de Susana y Marcelo. Ya lo habían perdido completamente. Estaba totalmente trastornado y corrompido.
Mientras corrían buscando un refugio se oía en murmullos la voz de Susana rezando el Padre Nuestro, Marcelo también la acompañaba en esta plegaria.
No durmieron del shok. Habían encontrado una bodega subterránea unas 5 calles mas adelante de donde estaban en la plaza. Al cerrar la puerta de la bodega tras ellos se vio un resplandor blanco acompañada de gritos desesperados y agónicos de gente como si se estuviesen quemando.
-El haz de luz – interrumpió la oración Benjamín – el silencio antes de la tormenta
Era cierto. Los gritos habían acabado y solo silencio se podía presenciar dentro de la bodega y a pesar de la sordera que tenían, sabían que no había ruido alguno, ni si quiera el pito de sus oídos se escuchaba.
Grietas comenzaron a brotar de las murallas y sangre a través de ellas que inundaba la bodega silenciosamente se veía por la tenue luz que entraba por la orilla de la puerta.
Susana tenia terror de volver a abrir la puerta que los conectaba al exterior y la catástrofe.
Algo rompió el silencio. Un sonido grave y subterráneo que se sentía como un animal. Decidieron salir de la bodega pero ahora quedaban ciegos de la blancura que todo lo cubría, nada veían, estaban bajo el haz de luz. Una paz inmensa los inundo y se dejaron llevar. Solo escucharon su adiós mutuo y creyeron ver toda su vida en su mente. Se estaban muriendo y lo sabían. Comenzaron a levitar, intentaron abrazarse para no poder separarse pero ya eran solo figuras etéreas, se traspasaban mutuamente.
Lo ultimo que vio Susana a lo lejos después de recuperarse de la incandescencia fue el mar rojo y la costa, desde la altura, de Valparaíso y Viña. Por otra parte Marcelo viendo al otro extremo vio una salida de sol negro que sentía que lo quemaba sin poder alardear ni quejarse. El mundo sangraba, se podía ver desde el espacio. La luna ya no era la misma, le habían crecido enredaderas verdes que trataban de acercarse a la Tierra a gran velocidad. Por primera vez se vio lo que en el lado oscuro había, un gran ojo dibujado y en su iris una gran cruz que apuntaba hacia la Tierra.
-Raquel – dijo Manuel despertándola con un beso – ya es tarde vamos a llegar tarde al primer día de clases, apúrate.
-Vaya... – no sabia que decir, según ella la historia se repetiría esos días que pasaron en su sueño, tenia ese presentimiento – tuve pasadillas
-Me las cuentas en el camino
-Ok
Raquel ya iba predispuesta a comer vidrios molidos el sábado. Era un martes, primer día de clases.
En Valparaíso un sol negro se levantaba sin que nadie lo notara |