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Cómo explicarlo, ya son las 12 de la noche y aquí estoy despierto, sin poder pegar los ojos, totalmente despierto. Considerando que durante los ocho años de casado ¿casado?… Solía tener por costumbre acostarme no más allá de las nueve de la noche y dormirme profundamente en cuanto ponía la cabeza en la almohada. Ahora estoy despierto y ni siquiera me dan ganas de acostarme… siento un vacío tan grande en esa cama, acostarme solo, levantarme y seguir solo. Claro que algunos amigos me vienen a ver… ¡Ja, ja, ja! Y se extrañan mucho cuando hago referencia a mi esposa… no puedo decir ex esposa, ni siquiera amada esposa, ya que ella es un fantasma.

Recuerdo esa mañana en que llegó muy temprano el camión de la empresa de demolición, con las máquinas y los obreros que debían demoler la casa vieja. Había decidido dar a mi esposa una gran sorpresa, a una cuadra de donde vivíamos, construí una casa como siempre la soñamos, como siempre ella había comentado que le gustaría, donde pudiesen correr los niños, que nunca llegaron. Sin ella saberlo, por supuesto, decoré y amoblé la nueva residencia, me tomó dos años terminar el proyecto y deje todo lo que a ella le gustaba hacer, para cuando le llevara a conocer la casa nueva, el jardín, las cortinas, etc.

Pensé por varios días, cómo hacerlo para que mi sorpresa fuera, como decirlo, un encuentro maravilloso con el sueño que siempre tuvimos. Así, decidí demoler la casa vieja, comenzando por el ala norte que estaba abandonada desde hace dos años.
El ruido de los vehículos nos despertó, nos levantamos. “¿Qué es todo ese ruido?” preguntó ella, “tranquila mi amor –le respondí- ¿sabes qué día es hoy?. Claro que lo sabía y me lo dijo: “hoy es mi cumpleaños” “…y allá afuera esta mi regalo el más grande que puedas imaginar”.
Sólo nombre la palabra “imaginar” para que ella se transformara, se puso pálida, enmudeciera y entrara en una especie de trance. Recuerdo su imagen como algo confusa, allí estaba ella, de pie frente a la ventana, mirando tan quieta que parecía una estatua. Quise investigar qué pasaba y mirándome, creo que me dijo o yo creí escuchar… “No puede ser mi amor ¿qué has hecho?
-¿Porqué? - le respondí –si aun no sabes cuál es mi regalo.
Ese día fue amargo. Lo recuerdo, por que es lo que más fresco tengo en mi memoria de ella. Durante el desayuno le di mi regalo, una caja con fotos de la casa nueva, las escrituras y las llaves. Intentó reír, sé que lo intentó… yo no lo comprendí entonces, pero ahora sé que no lloraba de alegría y que sí intento sonreír.
Recuerdo su cara blanca, delgada, de nariz pequeña y ojos muy grandes, ese día los mantuvo, casi siempre, bien abiertos. Hoy no sé si me siguió la corriente, pero mientras demolían el ala norte de la casa vieja, la lleve a conocer mi sorpresa, nuestro nuevo nido de amor. Se mostró dulce, pero ahora en mis nublados recuerdos que me quedan de su imagen, creo que su dulzura era profundamente triste. A ratos, imaginé que se iba a desmayar, le pregunté si se sentía mal, me conformó diciendo que era demasiada emoción para un solo día. Nos fuimos a comer y volvimos de noche. Al regresar, los obreros habían hecho su trabajo y un sector del terreno estaba completamente limpio, a la casa le faltaba una parte.

Mi esposa era ese tipo de persona que siempre estaba ahí, que uno sabe que al regresar a casa la encontrará, aun cuando ni siquiera la viera, ni hablara con ella. La comida preparada, la ropa correctamente planchada, la casa limpia. Se preocupaba de todo, sé que trabajaba… aunque ahora me nace la duda ya que no recuerdo en qué, por eso me topaba a menudo con gente del servicio de aseo, desconocida. La presencia de mi esposa estaba en esa casa, podía percibirla.

La casa vieja siguió demoliéndose y debimos cambiarnos a la nueva. Ella hizo maletas, dobló ropa y cantó una canción antigua, la que me recordó a mi abuela, cuando la escuchaba a menudo en la radio, esa vieja canción… ya no la he escuchado.
Me desperté en mi nueva casa y busqué por meses a mi esposa… la policía dijo debe traer la documentación que acredite su identidad… no encontré ningún papel que probara ni su existencia, ni que estábamos casados… nada.

Al principio caminaba todas las tardes por la cuadra donde estaba la vieja casa… a veces, lo juro, creí escuchar su risa… y esa vieja canción.
Hoy sé claramente que estuve casado con un fantasma… algún día te encontraré… algún día espero cruzarme contigo… ya no despierto esperando encontrar la cama tibia o tu piel suave… pero quizá es lo que más espero… ya no sé qué es lo que espero… camino por las eternas calles y sé que mi amada es un fantasma.

Texto agregado el 17-09-2005, y leído por 222 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
16-04-2006 me gustó ya que da para pensar e incluso para finales alternativos, felicidades tío. eclipce
11-12-2005 Josep, has escrito algo sencillamente maravilloso. Bien escrito, creativo, con suspenso y súper cálido. Te felicito. doctora
 
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