Adiós a un fusil
Postrado en su inseparable habitación, Javier a menudo se ponía a pensar como hubiera sido su vida si no se hubiese accidentado, si aquél día en vez de luchar por un ideal se hubiese quedado acostado tal como estaba. Se imaginaba en las calles coloridas con una sonrisa que ya no existía.
Aquella tarde de un once de Septiembre, Javier se esforzó por encontrar una vía realmente viable. Rechazando toda utopía sus energías se centralizaron en un claro objetivo: luchar contra un ya declarado golpe contra su pueblo.
Todos los que iban a visitarle creían o querían creer que Javier había caído en esa eterna condición de forma valiente y aguerrida, todos ellos erraban la cruda realidad, el verdadero accidente.
La noche de aquél día decisivo, el guerrillero se puso a pensar quizás mas de la cuenta. Luego de un análisis reflexivo, Javier comprendió que no habían posibilidades de contrarrestar al fascismo, su conciencia llegó a tal punto que sobrepasó toda razón. La angustia de reconocer una realidad rechazada, sumada a la falta de esperanza cortaron sus alas alimentadas de utopía. Éste fue el verdadero accidente, la presión que lo llevó al suicidio no fue más que la consecuencia directa de su realismo.
Aunque a Javier no le agrade su nueva habitación subterránea, se siente realmente libre, ya no cree en la justicia ni en el porvenir, si bien esta conciente de su cobardía, su espíritu luchador, para bien o para mal, sigue dormido en el pueblo y algún despertará, quizás triunfe, quizás fracase, pero nunca morirá.
Arcano
16/09/2005
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