Se sentía solo, lloraba plomo y sentía que cada recuerdo no servía para nada. Sus amigos, aquellos valientes aventureros, de pronto eran los más grises verdugos; era el tiempo, que una vez su aliado fue, su sepulturero. Veía como avanzaba en pro de su cajón funerario y las cosas no valían, los colores imperceptibles hacían su aparición.
¿Cómo sentir esto? ¿Cómo intentar siquiera gritarle al mundo su mentira vivida?
A su memoria venían miles de juramentos, y uno en especial. Su amigo, su hermano, su señor; había pronunciado aquellas hermosas palabras. El recuerdo del momento le seguía habitualmente y era la razón de su triste llorar. “Siempre estaré para ti”.
-: Qué mierda de palabras, ¡¡qué absurdas e inconsecuentes!!:- Y las lágrimas se hacían imposible de no notar. El dolor era su respiro y el sonar del gatillo su caricia. Las canciones armoniosas buscaban dormir su sufrimiento, buscaban opacar las imágenes nefastas. No lo lograban. El sillón rojo quedaba relegado, las parejas ya eran parte de la historia que él mismo escribió y hoy deseaba borrar, para de esa forma borrar su llanto y aquellos besos que nunca debieron ser.
-: ¡No quiero hablarte! :- Tal vez alguien escucharía su dolencia, tal vez alguien escucharía que sufría y vendría por él, lo tomaría en sus brazos y permitiría que solo el calor de un beso reflejara que sí vale la pena vivir, que sí vale la pena morir, que sí vale la pena, finalmente, sentir.
El tiempo pasaba y las lágrimas vapor se hacían. Ya ni siquiera el dolor estaba. Las manos temblaban, el silencio quebraba su decisión. De pronto el amor de los amigos no quedaba, de pronto era cierto que nunca logró ser escuchado. Ahí comprendió que siempre fue una máscara, que siempre vieron lo que quisieron ver, lo que necesitaron ver. Nunca nadie conoció quién era Karfa en realidad, nunca nadie entendió que su dolor era no ser escuchado. Ahí, sentado al borde de un nuevo escrito, ahí aguardando que su amigo le hablara palabras más sencillas que un “estoy ocupado”, palabras como “te quiero” o simplemente “hola”. Nunca llegaron.
-: Creí en ti, creí… ¡¡ese fue mi puto error!! creer.. y lo peor… ¡te quise! :-
Pronto los sueños no sería lo único en morir. El sonido ensordecedor de la libertad, al menos la suya, caería en su sien. El tiempo se había detenido, la vida no le pasaba por delante como creyó, pues su vida había quedado olvidada, ya estaba atrás. Sus ojos olvidaron mantenerse en este mundo y dejaron de brillar. Las últimas lágrimas cálidas rodaron por sus ojos húmedos de dolor. Ahí quedó, silente forma que un día aspiró a ser un poeta. Así, la llama de su amor fue extinguida; no por la bala, no por él mismo, sino por el mundo, por aquél gigante que aplasta sin mirar.
Ahí quedó Karfa, ahogado y libre.
Pablo
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