Recordaba aquellas tardes, en que me llamabas para que te acompañase, para hablarme acerca de tus amores, esperando que yo te diese el consejo que querías escuchar. Miraba tu rostro con la felicidad que sentía al ver que tenía una persona a mi lado tan grande como tú, y admiraba tus sonrisas, que me regalabas después de contar uno de esos chistes que surgían espontáneamente de tu boca. Y esa forma que tenías, de decirme lo que me querías, riéndote de mí mientras yo me quejaba por tus burlas, agradeciendo tus palabras de amor camufladas por tu aferrada masculinidad. Me alegraba tan solo el verte al final de la calle, moviendo al compás tus hombros, de esa forma tan peculiar. Agradecía día a día, el tenerte, el sentirme orgulloso de la persona que me ayudó, me apoyó, me animó a seguir, a llegar donde estoy. Me gustaba abrazarte, besarte, acariciarte. Tú odiabas eso, pero era mi forma de expresar todo lo que te he querido, de agradecerte lo que hiciste por mí.

Un día, me desperté en una pesadilla, me dijiste que ya no me querías, que no deseabas verme, ni hablarme, que yo para ti, ya no era nada. Me había aferrado a ti para olvidar mis penas, confiaba en tenerte siempre a mi lado, en que no me fallarías. Temía perderte, y te he perdido.

Mi corazón en cada latido, reparte más dolor a mi cuerpo. Recuerdo los buenos momentos y sonrío tristeza, pienso en lo que has dicho, y siento odio, pero en el fondo te quiero. En estos momentos, para mi, la vida es como una taza de café con azúcar sin remover, a cada sorbo es amarga, hasta que en el fondo, encuentras un dulce final, que se acaba, lo dulce que resulta sentir que todo vuelve a la normalidad, pero que pronto se esfuma, volviendo al lugar que tanto aborrezco. Quiero odiarte, me siento engañado, defraudado, pero te quiero demasiado, y eso, está por encima de todo lo demás que haya podido pasar. No sé si podré superar esta pena.


Ahora las tardes las paso llorando, tumbado en la cama, repitiendo tu nombre una y otra vez mientras miro tu foto en la pared, esperando a que vengas y me abraces, y todo se olvide, bebiendo infusiones tranquilizantes para que nadie me vea así, y para que piensen que ya no me importas, ocultando mi verdadera tristeza. Y aunque me miras, me hablas, incluso repites esas bromas, me muero poco a poco, viendo como somos ahora, distantes el uno del otro, sin importar lo que antes hubiese sucedido, aquellos buenos momentos. Necesito oír de tus propios labios, lo que ahora yo soy para ti, es en ese preciso momento, cuando hablaré y diré, todo el dolor que guardo en mi interior, lo que te quiero, lo que estoy sufriendo, por algo que nunca debió ir por este camino. Es entonces cuando todo mi dolor, comenzará a evaporarse, y yo olvidaré, o te querré.