Consternado, observó a su alrededor. "Esta gente no me teme...", reflexionó, mientras seguía caminando por aquella ciudad rebosante de vida. Las personas no se detenían a mirarlo como si fuera un monstruo, simplemente continuaban su propio camino, ignorándolo. ¡Como si él fuera normal! Más seguro de sí mismo comenzó a correr regocijándose de alegría y lloró, riendo. Al fín, todo su angustiante y horroroso pasado había quedado atrás.
Pero algo sucedió. De pronto las imágenes que veía y que lo rodeaban comenzaron a deshacerse... a borrarse. Poco a poco todo se fue volviendo negro, y aún así, mas real. Fue saliendo, lentamente, del cosmos de la mente, mientras procesaba la conciencia, el yo... la razón.
Despertó. Allí, en la realidad, en un callejón de la asquerosa ciudad, allí, aún con las lágrimas en su cara, lágrimas de una falsa alegría, lágrimas impropias. Sólo había sido un sueño. Un malicioso engaño que le envió su inconciencia y, que como nunca antes, lo había hecho llorar.
"Tonterías", se dijo, mientras apartaba hacia los lados la tibias bolsas llenas de basura, y se paraba sobre sus brazos que le servían para "caminar" sobre su medio cuerpo, sin percatarse que las lagrimas aun se deslizaban en sus sucias mejillas. Esforzando sus deformadas muñecas, reinició su camino hacia la Avenida Principal, donde humillándose, diariamente, podría conseguir algunas migas de pan.
|