He perdido mi tiempo en
esquinas perversas, regadas por la desdicha,
dejé parte de mi alma dormitar en
tantos lugares donde vagué, pensando
que encontraría algún deseo... por cumplir.
Molesté a mi vida como
un triste títere, abandonado
en una parte escondida de algún lugar,
y jamás pensé, en volver acá.
Pero los días y el espectáculo
que se mostraba para entonces,
me avivaba considerablemente,
las luces, los bálsamos, los tacones,
las voces embriagadas y tantas cosas
que regala la noche, en una fiesta...
mi vida era una fiesta de falsas mímicas.
Parí desconfianzas, mareándolas
de bulla y de fracturados trajes,
mirando siempre, solo un punto fijo,
mi existencia en ese lugar, para no
caer, nuevamente, en la angustia,
que siempre, al recordarte, me tiraba
al suelo de golpe, castigándome el alma.
Sufrí, si, sufrí recordando a ratos de
desmayos y malicias, tu partida triste
y desleal, que me dejó agónica en mi
propia vida, porque lo que alcanzamos
a construir, cuando partiste, se fue como
la humedad, arranca con el sol.
Otros hombres transitaron por mi piel
y las heridas que dejaste se cerraron,
pero jamás se fueron... las caricias no
las sentí, todo fue de mentira,
los ojos de aquellos, no intimidaron
en absoluto mi sensación, solo tu eras
quien debía estar ahí en ese momento,
recorriéndome entera, para hacerme dormir.
Las interminables y naufragadas madrugadas,
solo traían problemas, el sol molestaba y
faltaba ánimo para seguir cantando,
las canciones borrachas e infectadas
del día anterior, todo fue un empalme escénico
con falsas sonrisas y besos de mala fe; nadie
cantó nunca como tu.
Nadie en todo ese tiempo,
hizo nada como tu y dudo,
sigo dudando y sigo sufriendo
porque no está tu simpleza aquí,
me maldigo y vuelvo a asfixiar mi
piel, llorando sobre esta casa que no
trae mas, que tu exquisito recuerdo,
de nuestra vida antes de partir... y dejarme
sola, muerta en vida... sin ti, porque nadie nunca,
me amó como tu.
A mis padres con todo mi amor.
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