Aquel hombre sentado en una silla de madera con sus hermosas canas blancas y divinas arrugas que reflejan su edad...aquel hombre que sabe mucho de la vida, pero al que nadie le presta atención...aquel sabio que quiere enseñar pero al que nadie quiere escuchar...ese bello resplandor de sabiduría que muy pronto se apagará y que tiene tantas historias de su vida por compartir y tantos consejos que dar. Ha aprendido a ser hombre de verdad, con el paso de los años sabe realmente amar, conoce el verdadero significado de la vida, valora cada segundo que pasa y más aún sabe lo que le espera...sentado allí piensa en lo rápido que ha pasado su vida y en todo lo que gracias a ella aprendió. Sabe que muy pronto cerrará sus pequeños ojos para no abrirlos nunca más. Pero está feliz, está contento y agradecido por todo lo bueno que su alma se llevará. Y que gracias a todo lo que aprendió en su arduo camino lo cosechó, y ahora tiene unos hijos, nietos y bisnietos a los que ama, que estan tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos de él...cada vez más olvidado, en su silla de madera, con sus hermosas canas blancas y divinas arrugas, aquel anciano poco a poco cierra sus pequeños ojos para no abrirlos más.