"Francisco, lo felicito. Es el mejor de la terna de seleccionados para el cargo. Bienvenido a esta gran empresa. El puesto es suyo", y el Gerente General lo abraza tan fuerte que le llega a quebrar un hueso.


El trémulo joven, que hace poco era un estudiante de Economía siente que el piso se le mueve. Le sudan sus manos y le da verguenza estracharselas al Gerente.


Cuando ya siente que es capaz de darle la mano a su futuro jefe, entra la secretaria con unos papeles. Se los entrega al gerente, quien se pone pálido.


"Cuánto lo siento señor. Debo retractarme. Hubo un error de administración. Usted no fue seleccionado. Me disculpo a nombre mío y de la empresa. Le prometo que sancionaremos a los responsables", y le da unas palmaditas en la espalda.

Francisco, a quien todavía le tambaleaba el piso, se retira de la oficina sin haber dicho una palabra en toda esa entrevista llena de equívocos.


La puerta se cierra y el Gerente se echa hacia atrás en su bergere de cuero marrón.

Mira por la ventana el paisaje de la ciudad y murmura "qué se creía este maricón...cómo no me avisaron antes", mientras deja caer en el tacho de basura un sobre con el Test del VIH.