Siento el frío que lentamente va recorriendo mi cuerpo, la sal en mis labios, las pupilas absortas en algo que realmente no existe, la mente divagando en algun punto entre el pasado y la irrealidad, mis oidos recordando aquella trágica melodía, las manos creyendo notar aquel tacto que nunca más sentirán. Es hora de despertar. La luz comienza a introducirse tímida por la ventana, pero teme seguir avanzando pues intuye que encontrará. La refrescante brisa matinal ha decidido no entrar, pues el frío que emana de la oscura alcoba le congelaría la razón. Los tiernos gorriones temen liberar su tierno canto ,pues pueden oir el silencio sepulcral gritando desde la oscuridad. Y en aquel olvidado rincón las sabanas teñidas de carmesí recitan su plegaría por esa alma que ya no yace allí.