Es jodido salir a la calle después de haberme pasado tres días frente a la computadora escribiendo.
Mi vieja me pidió si por favor, iba a comprarle un cacho de queso así cocinaba una polenta. Tenía que caminar cuatro cuadras, así que no me resistí al pedido pensando en que era el ejercicio mínimo que necesitaba para seguir pareciendo humano. Salí, y ahí viene lo jodido, la luz molesta, la acústica cambia, y yo, de por sí, excentrísimo. Desde siempre, los escalofríos que al resto de las personas sacuden un poco, en mi, parecen convulsiones. Soy flaquito y mis bracitos largos, parecen palitos, entonces se sacuden mucho y doy un espectáculo raro. Me preguntan “¿qué te pasa?” Tengo frío, respondo.
Voy caminando y todavía pienso en la computadora, ando con ganas de hacer una película, el drama es que no sé escribir un guión, tengo que revisar algunas cajas, alguna vez me pareció ver un librito que era para aprender a hacer guiones para televisión.
Otro problema es que no tengo actores, pero supongo que pegando carteles que digan algo como: “necesito actores y actrices, de 20 años o que los aparenten, no hay fama ni dinero, solo tal vez buena onda y ganas, llamar al...”
Antes que todo, tengo que conseguir una cámara, pero de seguro alguno de los actores que se presenten tendrá la filmadora de su padre.
Tengo, también, que resolver el problema de que no tengo una historia. ¿Qué podría ser? Algo sobre un perro como éste que esta morfándose la basura que una vieja seguro acabó de sacar. Que perro feo, y pobre, es viejo y seguro que vive de esta forma desde chiquito, en algún momento tuvo que aprender a sobrevivir. No lo deben haber acariciado muchas veces en su vida, por ende no debe ser algo que extrañe, debe ser un manojo de nervios e instinto.
Abstraído como estaba, no recuerdo cómo supe manejarme durante la primer y la última cuadra, quiero decir, se necesita un mínimo de conciencia para poder comunicarle al cuerpo el trayecto indicado que nos deja en la despensa. Ahora ya estoy adentro y me están hablando, como estoy abstraído, tardo un segundo de más en contestar aunque tenga la vista fija en la chica que me atiende el pedido.
- Eh... 150 de queso cremoso, del barato.
Como es de noche, tarde, invierno, frío, me atendieron rápido, no había nadie antes que yo, y como fue apenas crucé la puerta, el cambio de temperatura entre afuera y adentro provocó un escalofrío de los anteriormente indicados. La chica fue a cortarme un trozo de queso luego de que se le cerrara parcialmente el ojo derecho, en actitud de poco entendimiento.
“Eso porque no me viste cuando le pedía a mi novia que use un arnés” pensé.
Me alcanzó el queso, me cobró, y emprendí el retorno a mi casa.
Me fui pensando en una chica que había visto en el colectivo. Siempre me enamoro de alguien durante toda la mañana, adoro hacerlo de alguien que veo en la cola para pagar la boleta del agua, empiezo ahí y es probable que me la cruce en otras colas a lo largo de la mañana.
Veo que el perro fue dejando su rastro de bolsas rotas. Re guacho.
Estaría re copado quedarse encerrado dentro de un shopping, me mandaría de cabeza a las papas fritas. Y jugar a la escondida, y andar en bicicleta entre las góndolas. Y tendría todos esos equipos de música, y las teles, y las computadoras esas con el lapicito. Nunca voy a poder dibujar un autorretrato, no sé dibujar, y... ahhumm ahora tengo sueño, espero que mamá cocine rápido. Mejor le digo que no voy a comer, se va a poner mal, no me importa. Recién ahora se preocupa por lo que hago, como mis hermanos ya están casados o lejos, yo paso a ser el centro de atención. A mí me criaron mis hermanas. No culpo a mamá por haber pasado poco tiempo conmigo de chico, pero no me pidan que invente un vínculo donde no hay.
- ¿Cómo estas Feli?
- Bien, y usted señora?
- Con frío, debe estar nevando para Zapala.
La mamá del Javi… de chicos nos preparaba pan con cebolla, es una vieja tierna, teje y sale a la vereda a decir “debe estar nevando en Zapala”.
Me gustaría tocar la guitarra, jajaja! Tengo ganas de hacer bocha de cosas, y no tengo talento, pero lo que menos tengo es iniciativa. Chamán, o policía. Algo en lo que vea cosas que los demás no.
Sólo pasa en las películas... sí, eso de “te necesito”, ¿existirá la novia perfecta? Una que en la primer cita me embarre un chisito mojado en la cara y luego diga, “no me lo tenés que mojar, solo metela” Agg, horrible. Soy tan delicada como ellas.
Así como voy me van a pisar, ya tengo que ir cruzando. Mierda! Ese auto, no lo vi. En cuanto dije “así como voy...”, me asusté con las luces de un coche que venía rapidísimo, estaba en esa calle hace rato, y no lo vi. Atrás viene otro auto, y el perro callejero va a cruzar, y, no!
El perro me chocó las piernas, duro. Esta muerto. Je, ¿Cómo?. Venía delante de mí. Imposible. Es el perro que venía destrozando las bolsas de la otra cuadra. El perro que no tiene nombre, pero tiene cara de Simón. Simón iba cirujeando esta noche igual que las anteriores.
- ¿Qué fue eso?
- Chocaron a un chicho!
La gente se preocupaba por el perro. Escucharon un aullido que yo no. Yo vi las luces, me di cuenta que tenía que prestar más atención, y al que chocan es al perro.
Es el perro de “noséquien” dicen las doñas. La gente se amontona (bueno, no somos tantos, pero es raro que un acontecimiento nos junte, y más raro, que suceda), y abriéndose paso por esta “muchedumbre”, aparece “noséquien” desesperado, y se calma al no reconocer a ninguno de sus perros en la bolsa de cuero que sigue apoyada en mis zapatillas. Me agacho y le toco el cuellito, gracias a la tele sabemos que eso se puede hacer. Busco su pulso, aunque sé que ya esta muerto, si estuviera vivo ya se hubiera ido. Me acuerdo que una vez, un novio de mi mamá nos llevaba a Campo Grande, que no sé donde queda y no sé a que íbamos, y en la ruta pisamos al perro de un paisano. Era grande, y voló unos treinta metros delante de nosotros, el paisano nos re cagó a puteadas entre lagrimones, el perro se fue corriendo llorando entre los yuyos, con el triperío colgando.
O no que me la tenían que haber puesto a mí? Yo iba pavoteando, y te aseguro que las luces de ese auto fueron una advertencia. No necesitaba que me siguieran advirtiendo, la muerte de Simón no era necesaria.
Simón paso a ser mío. Me puse a llorar, yo fui su compañía en los últimos momentos de su vida. No sé porque siento que ahora tengo a alguien que me cuida, Simón me mira desde el momento en que su alma lo abandonó estando a mis pies. Espero que igualmente halla alcanzado a sentir mi mano en su cuellito.
Lo alcé entre mis manos, y lo lleve a un terreno baldío que esta en la otra cuadra. Simón ya me acompañaba caminando cerca de mí, alternando miradas a mí (y a la bolsa de cuero que llevaba en mis brazos), con olfateos caninos sobre la calle de tierra.
Apoyé el cuerpo de Simón en el baldío, lo acosté sobre una mesita ratona que hicieron unos nenes con ladrillos abandonados, y lo tapé con unas bolsas vacías de cemento. Estaba empezando a llover, no quise que su cuerpo se mojara en su nueva primer noche en la calle. Su almita hoy iba a dormir a los pies de mi cama. Compañero.
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