“L´essentiel et invisible aux yeux” Saint_Exupery________________________________________________________________________________
En la frenética fantasía de arribar a tu puerto, anidar en tu cuerpo, abrevar de tus labios y arrullarme en la tersa cuna de tu pecho. Zarpé en el barco de mi soledad y navegué esperanzado sobre el rebelde oleaje de los mares de la decepción, de la mentira, de la locura y del deseo.
Al encallar en tus playas, me volteé asombrado y te vi sentada frente a mí como un radiante sol de verano. Traspasaste mis ojos con tus diáfanas pupilas y lanzaste tus mortíferas saetas vestidas de sonrisas sobre mí, entonces morí mil veces para renacer otras mil veces más.
Al mirarme, con la serenidad de una niña recién nacida, posaste las columnas de tus brazos sobre tus codos sosteniendo con las manos el universo de fantasías que contiene tu cabeza. Luego, inclinaste a un lado el frágil arco de tu cuello, dejando dibujar suavemente una elipse lunar, que como el seno de una madre acogió al torbellino resplandeciente de seda que nació en el caprichoso vuelo de tus ondulantes cabellos. Desfallecido y hambriento, opté por alimentarme de la luz que se refleja sobre tu piel cuando el astro rey te baña y que luego llueve sobre mí resbalando en cada poro para gotear eternamente en las cavernas de mis memorias.
Dulce Porcelina, anidando en tu ser entendí que tu belleza no reside propiamente en el resplandor de tus huracanados cabellos, sino en la virtud y en la pureza que los rodea; no en tus tersos labios, sino en la dulzura de tus palabras; no en tu cuello de marfil, sino en el perfumado aliento de tu espíritu. Porque anidando en tu ser comprendí que tu belleza no reside en las líneas perfectas de tu cuerpo, sino en la nobleza de tu espíritu que arde como un brillante antorcha que se sostiene entre el cielo y la tierra, para guiar mis pasos hacia ti.
Al despertar, vi junto a mí y no hallé sino la sombra de tu presencia, mientras que el delicado viento del sur traía consigo una carcajada tuya hecha viento que se poso en mis labios, jugueteo con mi lengua y voló rauda aún más lejos. Porcelina, ya no estaba ahí, mi barco seguía anclado en el puerto de mis fantasías y yo desespere una vez más. Percatado de tal situación, arrastre mi confundida humanidad por las playas del olvido, y volví a zarpar en aquel viejo barco de mi soledad, que ya había encallado miles de veces pero que renacía como un Fénix de las cenizas por mis deseos de hallarte.
Al ver el sol nacer un día más, sonreí y ninguna pena remordía mis sueños, el buitre de la decepción no clavaba su pico en mi, más al contrario tu recuerdo perfumaba la brisa del mar mientras me salpicaba de ensueños al recordar tu devastadora presencia. Al instante escuche tu canto de sirena que provenía de más allá de aquellas extrañas costas y zarpé gritando: ¡allá voy Porcelina!.
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