En un lugar lejano, aislado de la sociedad y las ciudades, se recuerda un suceso que impacto a ese pequeño pueblo. En sus caras se ve marcado el signo que dejo lo ocurrido. Ya no hay niños jugando por las calles, las ancianas ya no se reúnen en la plaza del pequeño pueblo. El porque es un hecho misterioso pero le transmitiré con gusto lo que he visto, oído y lo que me han contado.
En una casa, esas de barro y paja se vio nacer a un niño simple y sencillo, cualquiera hubiera podido percibir la grandeza en su rostro. William que así tuvo por nombre el niño vivió rodeado por lo agreste del campo. Entre el pueblo vivió una vida normal, no destacaba del resto. Hasta que un día, que lo recuerdo si hubiera pasado mas de mil veces, salio del pueblo pues su destino no era el de quedarse ahí, sino tener una vida de grandezas. Y así lo hizo salio del pueblo con nada más que un poco de comida, una bolsa de lana y la ropa que tenía puesta. Siguió un camino, si se podía llamársele así, hasta que este se acabo, no hubo más remedio que seguir adelanta hacia donde sus pasos le llevasen.
Aquella noche oscura los corceles estaban impacientes. Al abrirse las rejas de metal negro, el hombre de aparente riqueza entro a su mansión , un hombre conocido por todos como el señor Hintenburg, que padecía de una notoria alopecia, pero a pesar de su avanzada calvicie mucha gente lo encontraba muy llamativo. Entre los aldeanos se conocía una historia de la vida que tenia antes de llegar a Inglaterra, más bien un rumor que se contaba entre los achispados al ajumarse. Se decía que el era un príncipe de alcurnia germánica que había venido a Inglaterra por una disputa que tubo con su familia. Los que lo vieron venir notaron que no parecía muy acucioso con su mudanza, pero con el tiempo le fue siendo más placentera su estadía.
Al entrar el señor Hintenburg por las grandes puertas de madera, que se encontraban detrás de las rejas, se revelo adentro una muchedumbre de sirvientes y un salón abarrotado de muebles y libros, decorado con mucho alarde. Subió por las grandes escaleras de madera y mármol se encamino hacia su dormitorio con un cierto estilo renacentista, aunque ese era tiempo muy lejano al que se encontraba él, se acostó en la cama de apariencia suave para abonanzar su cansancio mientras, reposaba se quedo pensando con nostalgia en su familia, que había dejado en tierras germánicas, y de lo que hubiera sido de él si se hubiera quedado con su familia, cuando de repente se comenzaron a escuchar unos pasos que subían por la gran escalera. Unos instantes después se abrió la puerta del dormitorio y ahí se encontraba Nicole, su esposa de ascendencia francesa, que era la razón por la cual había venido a Inglaterra. Ellos se conocieron precisamente ahí, en Inglaterra una tarde a las afueras de la ciudad.
Una hora más tarde llego la hora de la cena. El señor Hintenburg hizo un esfuerzo para bajar de su aposento y dirigirse al comedor de la mansión junto con su esposa. El señor Hintenburg desde hace días sentía una acidia permanente, por eso se le hacia difícil el esfuerzo físico. Al terminar, la pareja subió al dormitorio, el señor Hintenburg se sentía consolado con el hecho de saber que finalmente podría descansar.
En un castillo al sur de Francia se llevaba la siguiente discusión:
“Se han enterado de nuestro plan, debemos de detener la carta antes de que llegue al hermano que vive en Inglaterra, en estos momentos el único que sabe de esto es el hermano que esta trayendo la carta personalmente, intercepten la carta”.
William ahora se encontraba en un desconocido y lejano lugar. Iban ya tres días de viaje y no se había encontrado con nada poblado, todo era desértico. Después de caminar varias horas de caminar divisó a lo lejos lo que parecía ser un pequeño pueblo, camino a paso rápido hacia el pequeño pueblo, al llegar se quedo absorto, al ver lo que parecía ser un señor mayor siendo golpeado y robado por dos malandrines, se apuro en detenerlos, tenia miedo de los maleantes pero la supero y rápidamente les quito con mucha audacia a los maleantes lo que habían robado. Regreso donde se encontraba el señor con el fin de devolverle lo robado. Los maleantes habían salido corriendo al la pronta llegada de los guardias que iban de ronda por el pueblo. El joven recogió las otras cosas regadas por el piso de la calle, cuando se percato de que el abrigo del señor una mancha de sangre se extendía rápidamente, en ese momento supo que no quedaba nada que hacer, había muerto, William retiro el anillo de plata del señor y guardo las demás cosas para que no fueran robadas, dejo al señor ahí pues no quería ser culpado por su asesinato. Esa misma tarde se hospedo en una casa en la cual pudo conseguir un cuarto libre.
A la mañana siguiente se levanto muy temprano, reflexiono sobre lo sucedido y si las acciones que había tomado eran las más correctas, no encontraba la razón que había llevado a los maleantes a cometer ese crimen. Miro al piso de madera de la habitación, ahí se encontraba la bolsa de tela abierta donde se veían los objetos de valor del difunto. Salio de la casa y se dirigió a las afueras del pueblo, al revisar sui bolsa para sacar una merienda, encontró lo que parecía ser una carta que estaba en un estuche negro, saco la hoja del sobre y trato de leer lo que decía, quedo sorprendido al no entender una sola palabra de lo que estaba escrito, luego decidió guardar la carta en su bolsa.
En la mansión, la señora Nicole estaba sentada en la mesa del comedor, una mesa larga de madera cubierta por un mantel de lino blanco bordado. El señor Hintenburg bajó a desayunar con ella, que lo había estado esperando. Una sirvienta se adelanto a preguntarle con voz aguda:
-¿Qué desea comer el señor?
-Sólo una taza de té- respondió el señor Hintenburg
Había mucha tensión. El señor Hintenburg sentía mucha nostalgia, ya que había transcurrido ocho años sin ver a su familia, por lo que desde hace tiempo que se le podía ver preocupado.
-¿Qué te ocurre?,¿Por qué tienes esa cara?-pregunto su esposa preocupada.
-Nada, no es nada- respondió el señor Hintenburg.
Era Tarde, estaba anocheciendo rápidamente y el William no encontraba la salida del pueblo. Los consejos que le habían dado en el camino para salir del pueblo eran falsos, pero al ver una posible salida continúo su recorrido por el escalofriante bosque. Después de poco tiempo pudo ver una construcción, al llegar a ella vio las enormes rejas de metal negro y dos guardias uno a cada lado de las rejas, el William les pidió ayuda.
-Arthur, ven acá hay alguien en la puerta- dijo uno de los guardias
-¿Quién es?- pregunto Arthur que aparentaba ser mayor que los otros dos.
- un joven enfermo y débil-respondió- necesita un lugar donde pasar la noche
-Hazlo pasar, yo hablare con el señor Hintenburg-dijo Arthur.
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