A veces, la moraleja no basta, y cada fábula es tan distinta en su comienzo que no tendría porque ser igual en su final, aunque díganle eso al conejo, que en cada carrera lo da todo, pero nunca gana, destinado a perder por sus ancestros, destinado a pelear con sus virtudes, en cambio la tortuga, siempre ganadora, no hace más que confiar en sus defectos, sabiendo que ganará. Claro, con tal certeza uno siempre puede ir lento por la vida, pero peleando con lo que suponemos nuestras virtudes, tropezando con ellas, y con el saber que las sabemos ahí, la lentitud no es algo que este en el guión.
O que me dicen del zorro, que no quería escribir más porque sabía que ya había escrito lo que tenía que decirle al mundo, y supo la moraleja aún antes de ponerla en juego, es decir, nunca escribas más de dos libros, recibiendo una fuerte crítica de garras de los mejores críticos literarios, llegando a la hipótesis de que su miedo, provenía de una angustia de no poder ser como el que escribió una trilogía acerca de ancestros que vivían en los árboles, armaduras con conflictos existenciales, y personajes de la realeza enamorados de la misma mujer, divididos entre el bien y el mal, como en toda fábula ,concluyendo que necesitaba ser un zorro más ambicioso, como ese que escribía sobre ovejas negras y dinosaurios sonámbulos omni presentes.
Ejemplos sobran, no faltan zoológicos, el elefante siempre tan trompudo que nunca pudo conocer su boca, y es que como dicen por la boca muere el pez, y el nunca supo cuándo iba a morir, por lo que cada vez que hablaba lo hacía con tanto cuidado para no matarse, pensando y confundiéndose con un pez, quién vive atemorizado porque nunca ha sabido porque por su boca muere, y si lo supiera, seguramente dejaría la política.
O él de las alas que cayó al querer volar, y tuvo que comerse a sus compañeros, un tal Icaró, el de los andes, y que aún después de eso seguía volando para encontrar un restaurante dónde igualar el sabor que había probado aquella vez, hasta que llegó a México y comió y descubrió que todos los condimentos buscaban tal sabor caníbal ( canus balis, ser que se come), y que al igual que la serpiente siempre terminaba dándose una mordida cuando no había más que hacer.
Los escritores están en el dilema, contar las cosas como suceden, es decir contar cuentos, o crear de estas historias, una macro historia que permita generar una antología de historias acerca de la historia, es decir fábulas.
Ahora, hasta las computadoras tienen una necesidad de segundo orden, ya no sólo tratan de contar, si no de crear reflexiones, de crear historias auto organizadoras y autónomas. Se han dado cuenta al igual que los escritores, que todo emerge en fragmentos que hay que unir en una trama, la cual atraviesa la disyuntiva de una moraleja, como la computadora que puso en dilema al científico que quería cambiar una ley y hablar de la relación de la energía que permite fluir y la energía perversa, el bien y el mal, y que al igual que el ratón y el león se dio cuenta que debía perdonar a la computadora por muy pequeña que fuera y no comérsela, para que cuando el necesitara de ella, ella lo salvaría con sus pequeños dientes de la red en la que el mismo se había atrapado, sólo que aquí la computadora respondió: No sé.
Una fábula emerge de una historia, no sólo son animales realizando actividades de humanos, ni humanos realizando actividades de animales, no se trata de metáforas de cuatro patas, ni de analogías de escritores de dos manos, si no de la posición del bien y del mal.
Una vez un escritor intento contar todas las fábulas en una.
Durante años buscó en los bosques a hormigas y osos hormigueros, a leones y cebras, a víboras y ratones, a cazadores y cazados, siempre con la pluma en la mano, buscando la fábula perfecta, al no encontrar más que animales, decidió ir a una biblioteca, la más grande, para buscar libros sobre fábulas y las fichas no fueron suficientes para poder sacar todos los libros, y llegó al computador, al igual que en la fábula del científico, y aparecieron tantas páginas con la palabra fábula que tuvo que pedir una nueva búsqueda, en la cual el computador se trabó dando unos números tan extraños que sólo un matemático sabio podía descifrar, y se apagó.
Entonces y después de varios años decidió que no podía con tal misión, dejaría de lado las antologías, dejaría de lado las fábulas para dedicarse a los cuentos, regresando al lugar de dónde partió, tratando de olvidarse de todo este asunto de los animales sabios, sin embargo y mientras tanto, en algún lugar un hombre intentaba volar, otro escribía su mejor novela, uno decidía dar una limosna pensando en que mañana dios se lo pagaría, uno recordaba que era mejor avanzar en su trabajo poco a poco pero sin equivocarse, recordando que el no era tan inteligente como su jefe, pero al menos era servicial, y otros trataban y trataban de acordarse:¿Dónde leí esto?,es decir la moraleja no basta.
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