Las experiencias tristes o menos agradables han de quedarse siempre atrás; sólo tomar lo que ayude y enseñe en la vida, pues lo importante es saber levantarse, abrir los ojos y ver desde la meta perseguida. Hay que fijarse también y estar atentos en las falsas expectativas construidas en la ilusión o deseo de aquello que otros pudieran o debieran hacer por uno. La realidad es que hay que luchar para ser uno mismo, ya que sólo aquello que sembremos podremos cosechar. Pero sin perder de vista que todo lo que buscamos, es porque realmente existe, pues, de lo contrario no tendría sentido luchar, soñar y anhelar.
Es claro, que en lo interior de cada ser humano existen sentimientos, imágenes, ideas, las cuales no obstante toda resistencia, no esperan sino que sean despertadas. El deseo de libertad, felicidad y amor que al comienzo de la vida viene asignado como dote para cada uno, puede acaso ser reprimido por largo tiempo, pero es una realidad que no podrá ser nunca eliminado totalmente. Muchas cosas se podrán prohibir, pero no se puede impedir que las personas sepan y puedan vivir a nivel más profundo y luchen para desplegarse libremente, para hacer florecer y madurar en ellos el amor, la alegría y la libertad.
Si no se pudiera creer que el amor es más fuerte que la angustia, la libertad más potente que la opresión, la felicidad más humana que el sacrificio, es que realmente, ¿valdría la pena vivir? El misterio más grande del ser humano consiste probablemente, en el hecho que hasta en la desesperación, en los umbrales más negros de la existencia, posee la certeza de la fuerza del amor y no puede nunca renunciar completamente a una imagen visionaria de la propia felicidad.
Pero también es cierto que en cuanto menos claro ve dentro de sí una persona, más se esfuerza en salir de sí misma y culpar de todo lo que pasa a los demás. Por eso, quien se empeña seriamente en resolver un problema o situación de la vida humana, no puede hacer menos que comenzar por sí mismo, en vez de comenzar por los otros, y ver si allá, en el fondo del corazón, está todo en su debido lugar; pero también de modo similar: tendrá qué decir alguna cosa justa y bien puesta sólo aquel que ha aprendido a poner un poco de orden en sí mismo.
La cosa más difícil en nuestra vida es al mismo tiempo la más necesaria: dejar de buscar defectos en los demás y aceptar el momento imprescindible de la soledad, la reflexión sincera con uno mismo, a la que nos llevan a veces nuestros comportamientos y situaciones conflictivas; pero también, y sobre todo, el llamado que nos hace la autenticidad, nuestro interior. Allí donde solamente es posible verse a la propia cara sin ficciones ni distracciones; ahí donde nos reconocemos como realmente somos por dentro.
Porque, para conocer la verdad de la propia vida es necesario hacer callar las voces extrañas: alabanzas, elogios y exaltaciones que nos hacen los demás. Ya que lo más importante y necesario para cada uno, no es aquello que los demás piensan o aconsejan, alaban, vituperan o hasta condenan, sino aquello que realmente está puesto dentro de nosotros mismos y cuando de verdad lo asumimos para vivirlo como algo dado por el mismo Dios para ser felices y hacer felices con ello a los demás.
¿Verdad que los seres humanos somos un gran misterio?
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