Alguien que allí por setiembre del 2004, comenzó "Buscando Soles", llega hoy "repartiendo luces, bebiendo llantos, encendiendo lunas" para filtrarse como un papel que se desliza vertical y desbordante de amistad dentro de la ranura del alma. Ese alguien, nos acerca hoy: Puntos de Apoyo para que "el lector pueda leer y rellenar"...
PUNTOS DE APOYO
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Los primeros intentos del ser humano para mantenerse erguido y caminar son dramáticos. El instinto impele al bebé a perder el miedo a caerse, a perder la estabilidad que le venía dada desde que fue concebido y habitaba el cálido interior de su madre. No obstante insiste una y otra vez a pesar de caídas, de frustrados intentos y golpes. Menos mal que casi siempre es el pañal el que recibe el peso de su pequeña humanidad.
Cuando por fin logra ponerse en pie, apoyándose en cualquier objeto de la casa, sonríe victorioso y aún temeroso de volverse a caer. Es una media sonrisa y un medio susto. Realmente están graciosos en esos momentos, bueno, siempre nos atraen, pero cuando vemos sus incipientes luchas, parece que tiran más de nuestros corazones.
Ese intento de mantenerse en pie a ultranza y buscar puntos de apoyo va a ser una constante durante toda la existencia. Los apoyos infantiles físicos serán psíquicos posteriormente para poder “caminar” junto a los demás congéneres en igualdad de condiciones.
Los puntos de apoyo psíquicos varían según edades y circunstancias.
Por imitación, de manera instintiva, nos apoyamos en características de los padres o tutores, en sus códigos de conducta, en sus creencias, en sus miedos y atrevimientos. También de hermanos mayores y familiares como abuelos y tíos. Queremos salir del nido paterno con un buen arsenal de herramientas psicológicas para enfrentarnos con la vida. Sin olvidar los puntos de apoyo del colegio: Sistemas de estudios, ejemplo de profesores e imitación de ciertas características suyas.Todo lo anterior durante nuestra primera infancia y adolescencia.
En la juventud, al alejarse más de casa, los puntos de apoyo van perdiendo solidez y por consiguiente entramos en crisis existenciales. Vemos que hay otros conceptos y creencias que entran en colisión con los nuestros, nos desestabilizan y tenemos miedo a caernos. Nuestras energías juveniles y el poner a prueba toda novedad antes de ser asumida y aceptada, sin menospreciar nuestra terquedad intrínseca, son barreras que juegan a favor y en contra nuestro; a favor porque hace de filtro para toda renovación y en contra porque si la barrera es excesiva impide nuestra maleabilidad ante los cambios.
Conceptos como: personalidad, individualidad, Ser, maternidad, paternidad, amistad, verdad, agresividad, valor, masculino, femenino, posición social, dinero, salud, emotividad, sentimentalismo, amor en general, amor de pareja... y un larguísimo e interminable etcétera, son renovables, sanamente renovables.
Es durante la media juventud y pre-madurez, siempre de manera aproximada, cuando somos más proclives a los cambios, y nos vamos “esclerotizando”, a medida que los años se acumulan en nuestro carné de identidad, si no hemos ejercitado mucho nuestra capacidad de introspección y versatilidad, renovando conceptos y abrazándolos en libertad y con valor, jugándose amistades y reconocimientos sociales, familia y prosperidad económica.
Es entonces, cuando los puntos de apoyo no son tan fijos, cuando no temes que cambien, cuando te atreves a encontrarlos en lo sutil, en lo etéreo, en los valores tantas veces nombrados, cuando el Ser se eleva y vuela. Se apoya en sus alas y el aire. Las alas de su valentía e introspección sincera y el aire de dar valor a lo intangible, a lo no apegado a intereses: La honestidad, la sinceridad, el desprendimiento, la alegría serena y constante, la aceptación de vicisitudes... y otro amplio etcétera que el lector podrá rellenar.
GRAJU.-
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