Con un movimiento de dos casillas hacia delante, el peón comienza la partida. Mientras la aguja del reloj avanza, los contrincantes van derribando las piezas enemigas. Con una hábil maniobra, el jugador de fichas negras elimina las dos torres blancas. Pero su oponente no iba a quedarse tranquilo con esta jugada y despliega toda su artillería buscando abatir al rey negro, pero, para esto, debía derrotar antes muchas otras piezas. Los espectadores observaban, atónitos, como, poco a poco, caían las fichas enemigas, quedando, en el tablero, sólo los dos reyes.
Ya no importaba si se declaraba empate, pues pronto cambiarían las piezas, que serían nuevamente víctimas del sangriento juego, mientras los reyes permanecen tranquilos, expectantes y sin culpa, en el fondo del tablero.
Dedicado a las víctimas del 11 de Septiembre de 2001 y a todos los caídos en esta espantosa guerra, en la que ya no se enfrentan ideologías, ni por dinero, ni por espacio; esto ya es una batalla descarnada de poderosos frente a inocentes.
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