TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / lenraf / Pero

[C:139156]

Pero

Daba la impresión de que la estuviese devorando con los ojos, que la estaba acariciando, pero no era así, él tenía tan pendiente a los demás que mirarla de aquel modo era más un recordar que estaba entregado a todos y a todo por ella. Pero nunca le entendía. Ella se perdía en sus propias retóricas, inventaba cada una de las verdades veleidosas que se consumían en su propio ego, era ególatra, tal vez por advocación o por vocación, tal vez porque apareciera esa grata esperanza dada desde los ángulos más inverosímiles, como si los hambrientos ojos que la veían cada día ya no le pertenecieran, a su lado y por su cuenta se hallaba dilapidado todo el contenido programático de la contienda nocturna, ambos se perdían en encuentros furtivos, llenos de pasión desdiciendo todo lo que en el día disimulaban, no aparentar a veces se convertía en una deidad propia, personal, muy individual, en los mejores momentos del día no se tenían pendiente, abrumados por sus propias actividades, ella obligada a servir en el gobierno, él vinculado a una empresa fantasma que les brindaba la verdadera sustentación alimenticia y económica, éste era la causa del problema que se fue gestando como un pequeño muladar toda la parafernalia elucubrativa, insomne y totalitaria del empecinado encuentro con los otros, sobre todo con los muchachos y muchachas del camino, esos que las más de las veces aparecen de pronto en el fugaz camino y dan la impresión de ser justo la pareja que ambos tenían entre ellos, como si una maliciosa y perniciosa contienda se fuera dando de a poco, como un estruendo que surge ligeramente y luego asciende y resuena en todo un valle, como si un relámpago cortara de raíz el aire y con el aire perdido sólo les quedara un vacío intenso, preponderante y atormentador, viciado, el éter se pierde y si la docilidad del éter se va, también se va la vida, la vida de ellos no es precipitada, es obvia, en las madrigueras hay qué comer, hay agua subterránea, hay; y al haber también permite cierta distribución, por ese motivo ambos están felices, porque saben que entre los dos pueden hacer y deshacer todo lo que aparezca como un estorbo, aún siendo que el estorbo sea el compañero, pero no se sienten incómodos, al contrario pertenecen a un pequeño grupo, a un getto, se hacen conscientes de ello con cada paso, pertenecen a un grupo selecto de personas, poseen la vivacidad y la entereza de procrear una nación sólo ellos dos solos, figuras espléndidas, visitados la mayor parte del tiempo por los espíritus de sus antepasados. Los espectros comenzaron a llegar cierta noche en que ambos conversaban muy quedo sobre la historia familiar de cada uno y a ella, Teresa, se le ocurrió mencionar que sus padres eran descendientes de gitanos, una raza muy peculiar, puesto que la mayor parte del tiempo la pasaban leyendo las cartas y pronosticando el futuro, su especialidad era la quiromancia, una habilidad muy temeraria puesto que poner en tela de juicio la vida un ser humano es crearle expectativas no es sólo hacerle ver que su futuro es promisorio e incierto, que alguien morirá, no, es ir adivinando por las rendijas de las manos, por cada silueta que aparece en derredor de su dorso, lo visto es exposición permanente, es un camino que apremia e inhibe la vitalidad propia del que se deja practicar la quiromancia. En esa discusión estaban cuando él sacó a relucir en el coloquio, que el destino no es una platea en la que se pone de manifiesto todo lo que se piensa, sino que es algo que se va forjando con tal empeño que nadie osa desdecirlo, como si un morir fuera un eterno camino un progreso hacia el nacer. Discutían en serena perspectiva cuando apareció y se sentó a la mesa Rafael, era moreno de pelo rubio y rizo, largo, le tocaba los hombros, con una boca fina, orejas largas y onduladas, manos ásperas y provistas de guantes en cuero, y lo que más les atrajo su atención sus ojos centelleantes de color ámbar claro, como si fuesen de fuego, y aquellas motas blancas que se perdían como zafiros en los ojos de Rafael, estaba sentado allí enfrentándolos con la mirada y dijo sin falta de pudor: «Qué coño están hablando ustedes dos, partida de pendejos, no saben que lo que va, viene, y que el recuerdo es lo que anticipa cualquier tipo de quiromancia, que la lectura de la mano no es una perversión, no, es un recuperar el pasado y emplazarlo en el futuro desde la perspectiva del que hace la quiromancia, la lectura de la mano es sólo para los dotados de ello, los que poseen el espíritu limpio y el aura blanquecina, que en cierta época fueron sacerdotes y sacerdotisas al servicio de su getto, acaso piensan que estoy aquí para hacerles daño, no es así, soy sólo un simple espíritu que desanda para darles una información verídica, no pretendo morir pues ya estoy muerto, ni asustarlos porque no necesito que sus gritos lleguen al cielo para que Dios se apiade de mí, necesito que tengan fe en ustedes mismos para que lo que es, siga siendo, y lo que fue vuelva. Esta es la lógica que nos adiestra en el trayecto y nos conduce magistralmente por el sendero de la vida, no como a sapos inertes, sino como seres superiores capaces de otorgar poder y ser elegidos». Teresa estaba tan asombrada que no podía dar crédito a lo que sus ojos estaban contemplando y oyendo, y qué decir de Claudio, en su vida había visto cosa semejante, ni lo imaginaba. Algunas veces pretendía darle a aquello un sentido retraído, como si fuera un desvarío de ambos, como si estuviesen tan conectados que tuvieran otra cosa más que aceptar la realidad de sus mentes jugándoles bromas pesadas. Pero todo cambió el día que Claudio reconoció a su madre, la que había muerto dos años atrás fregando la losa sucia. «¿Qué haces aquí mamá?». A lo que ella respondió: «Estoy limpiando los trastos que olvidaste anoche porque el tiempo no te dio para irte a revolcar con la perra que tienes por esposa». Fue entonces cuando todos comenzaron a llegar a raudales, como si aquello fuera una comitiva especial de algún circo barato, o como si el gobierno de turno estuviese usando a los huelguistas para un acto único, en el que todos los que participaban ganaban algo, menos los muertos y los heridos, menos el pueblo, esa masa enorme que anda a expensas de su propio albedrío. Llegaron todos, gitanos o no, brujos, embaucadores, y toda una sarta de tropelías junto con ellos, sus miedos y sus risas, sus egos encontrados y sus memorias fortuitas, pero la manzana de la discordia llegó un domingo de enero cuando entró a la casa Penélope, era esbelta como lo fue en vida, había sido hija de un gran comerciante inglés y éste la había abandonado a la buena de Dios por estos derroteros cuando se dio cuenta que tenía dotes de psíquica, aquella morena hermosa tenía el pelo que descuellaba sobre sus nalgas, un vestido transparente que excitó al más inocente de los curas, y por la forma en que reía se daban cuenta que terminó sus días como matriarca de un burdel cualquiera, pero que murió joven, por sus ropas y la forma en que se conducía, como si nada le importase en absoluto, eran símbolo inequívoco de que tendría al menos unos 22 años. Penélope atravesó la estancia y flotó delante de Claudio y le dio un beso, fue la primera ocasión que el pobre de Claudio sintió la tibieza y la fragancia de un muerto, de un no-vivo, de un espectro de la noche, al rozarle los labios, Penélope asustó a todo mundo, los que estaban allí palidecieron, sobre todo Teresa, sintió unos celos enormes, creyó perderse en un abismo tan extraño para esos momentos que no daba crédito ni a sus propios movimientos, se abalanzó sobre ella e intentó golpearla, le gritó un sinfín de improperios llenos de palabras soeces, como si con cada palabra desahogara sus más callados temores, le gritó «¡Te odio Claudio!» con tal fuerza que resonó en toda la sala. Los demás espectros no dijeron nada, aquello a todos les parecía imposible, pero, con Claudio no fue así, el pobre aún temblaba de emoción recordando el beso ligero y tibio que pensó por un momento sería frío y tenebroso, pero quedó prendado de aquel deseo que se apoderó de él, pasó la noche en vela recordando cada facción de Penélope, como la tentación más onerosa que hubo recibido, como la femme fatale que tanto codiciaron los franceses, y fue entonces cuando determinó faltar a las salas de los domingos, cuando los espectros cruzaban el umbral que les impedía salir a la luz de los vivos y quedarse en la parte más oscura y húmeda de la casa para recibir las ligeras caricias y los besos porosos de Penélope. Tan tentado estuvo por más de dos semanas que su esposa, Teresa se sintió desfallecer, era imposible que un hombre vivo ser relacionara con un espíritu, con un espectro de lo que fue un ser vivo, pero al parecer con Penélope todos los esquemas estaban rotos. Por ello comenzó a indagar sobre ella, a ahondar en el pasado tenebroso que la forjó. Así fue como descubrió el nombre del padre que la abandonó, como se había perdido en la bahía y luego fue hallada muerta, sin indicios de maltrato alguno, sin marcas de ningún tipo, simplemente muerta, tan muerta como lo estaba y tan muerta como no lo aparentaba, fue preciso entonces que se le dijera al padre que descendiera al mundo de los vivos, ya que los muertos decían que una vez que se cruzaban los campos de Hades, jamás se regresaba, que ellos estaban de este lado porque habían cedido a sus propias exigencias, a sus caprichos más íntimos, a sus cotejos humanos, a sus deseos de seguir en la tierra de la que se sintieron arrancados de una forma abrupta y sin su consentimiento, de modo que cuando veían pasar a la muerte cerca de alguien le objetaban su propia muerte y tanto era su afán que ella simplemente no les veía porque ya no les pertenecían, dejaron de ser suyos en el momento en que se codearon con los vivos y les cercaban las casas y hablaban de un futuro incierto y les daban números en la lotería y se dejaban ver en cuentos de hadas y proferían improperios y dialogaban con otros muertos, asumiendo que como lobos podían aullar toda la noche sin ser ni tan vistos ni tan escuchados como la muerte, pero se equivocaban cada vez que intervenían en la vida de alguien, por eso cuando Teresa descubrió lo que sucedió con Penélope, intentó de mil formas extraerle la información a Rafael o a la madre de Claudio, pero ambos estaban sorprendidos por lo que ocurría frente a sus narices, era como si la vida diera un giro descomunal y el mismo Dios se estuviese riendo de los vivos y los muertos, una especie de anticipación a lo que sería el futuro de la humanidad. Así andaba el corazón dividido de Claudio, cuando Penélope decidió que no le daría más besos escondidos ni lo acariciaría secretamente en los lugares más lúgubres y más sensibles de su cuerpo si él no accedía a una pequeñez, que le hiciera el amor como si ella fuese un animal y no una mujer. Aquello intrigó mucho a Claudio, se dislocó, tardó mucho en confiarlo a la persona que más le conocía y amaba, y cuando logró expresar en palabras el deseo de Penélope, ella le dijo que lo hiciera, que mientras más cerca estuviera de Penélope como ente espiritual, mucho mayor sería la oportunidad que tendría ella de arrancarle la verdad que le daba la facilidad de tocar y sentir. Fue un vuelco largo y tedioso, se perdieron horas enteras esperando la reacción de la finada, incluidos los demás muertos que allí estaban como si de su propia casa o mansión para difuntos se tratara, aquella casa dijo Claudio en una ocasión era más un cementerio sin epitafios que una casa con dos amantes silenciosos. La oportunidad se le dio el día en que ella entró como de costumbre y se dirigió a su lugar, miró a todos como un tornasol y le expresó en un castellano claro, a pesar de que siempre se dirigía en inglés: «Hoy es un día especial, hoy cumplo 312 años de muerta». Ni la opresión que sentía Claudio en el pecho ni la venia dada para que se hiciera con ella lo que pedía disminuyeron la realidad de lo que allí ocurriría, era como realizar la necrofilia, pero sin cuerpo, sólo con el espíritu que aparecía tan claro y luminoso, fosforescente más bien, que toda la habitación estaba iluminada por ella. Contrario a lo que se pensaba, o más bien a lo que pensaba Teresa, su cuerpo se cuajó, por así decirlo, de pronto fue tan humana como sus contertulios, tan de carne y hueso como lo eran Claudio y Teresa. Al ver tanta belleza encarnada, Claudio sintió con mucho más fuerza la candidez que esbozaba aquella mujer y la sintió tan suya como sentía a su esposa. De pronto ambos, Teresa y Claudio, decidieron hacer algo que no estaba, a juicio de ley bajo la gracia divina, la guiaron hacia el aposento matrimonial, la cortejaron como si de Afrodita se tratara y le hicieron el amor entre los dos como nunca pensaron hacérselos entre sí, aquello fue una explosión apocalíptica, una exhuberancia y un platonismo hecho realidad. Y cuando por fin lograron poner fin a esa beldad que se les revelaba sin revuelo crítico, sin eufemismos ni parábolas fuera de tono, sin reservas, como una munición total y abierta, como un ensueño desértico, como una misiva justa, como una carta de amor largamente esperada, como una piadosa mujer que entrega todo lo que tiene para que alguien más le conceda el puesto, o como la concubina que se restriega en la alberca de la sexualidad reprimida con un hombre ajeno, como la vida de Viracocha antes de hacerse llamar Inca, o como los estruendos prolongados de una nave que aterriza en los suelos lunares, tan perdidos en su descubrimiento que tardaron más en verla, quererla y amarla, que en lo que su cuerpo partió completo, ascendente, con una luz vertiginosa propia de los ángeles, propia de los santos que una vez fueron humanas réplicas del humano soñado en las postrimerías de la vida futura. Pero como todo era, así dejó de ser para convertirse en lo que no volvería jamás hasta que ellos como ella ascendieran por su propia inventiva a la más alta de las constelaciones nunca antes vistas.

Texto agregado el 10-09-2005, y leído por 86 visitantes. (0 votos)


Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]