Me encuentro de nuevo sentada en la nada, mirando sin mirar, intentando percibir alguna señal que me indique que pertenezco a este mundo, a este mundo lleno de formas, de rostros, de voces, de risas.
Ese mundo lleno de personas que se congregan y se reunen por pares, por tercias, por grupos; ese mundo tan apartado de mi realidad donde no soy mas que una pálidad figura por donde las miradas pasan sin detenerse, alma solitaria entre la multitud. Solitaria espectadora del ir y venir de ese tan distante mundo, partícipe invisible de conversaciones ajenas, centro del mundo de 9 a 6 pero que al llegar la noche no encuentra oido para su voz, ni sonrisa de bienvenida, corazón roto que no encuentra palabra de alivio. En la fría soledad de la cama no hay brazos donde perderme, ni caricia dulce, ni presencia alguna.
Una inconclusa taza de te y un cigarrillo tras otro, la mirada clavada, de nuevo mirando sin mirar, perdida en el televisor, único y fiel compañero que con su monótono sonsonete hace menos pesada esta triste soledad. |