(o cómo atraer la atención de los demás, a leer tus escritos tan aburridos).


Al despertarme esta mañana…—y empezamos con un buen cliché—, me propuse a escribir, por enésima vez, un cuento que llamara la atención de todos los lectores, o al menos de un grupo más selecto. ¿Cuáles lectores? Bueno, aquellos que saben apreciar el esfuerzo que requiere el escribir una buena historia, por supuesto. Que conste, no digo “mis lectores”, porque aún no tengo ninguno en exclusiva... bueno, siendo honestos, tampoco tengo escritos que valgan la pena como para ser considerados lo suficientemente buenos, al punto de llamar la atención a todos los buenos lectores.


Es de todos bien conocido el arte de la buena escritura, al menos en teoría, que tiene el poder de atraer a los demás a leer tus escritos (tuve que cambiar el adjetivo, puesto que “obras” se puede prestar a malas interpretaciones). Es decir, los escritos propios; esos que salen “del sudor de la pluma” y del sacrificio de tener el trasero aplastado por estar sentado tantas horas frente a la computadora; aunque pensándolo bien, éstos últimos no pueden ser muy agradables… para el olfato.


Sea que estos cuentos tengan una dosis suficiente de personajes creíbles, una buena trama, desarrollo, clímax, diálogo y resolución o por el contrario, sea que estén tan mal escritos que, al menos por curiosidad, llamen la atención de los lectores, la buena escritura debe reflejarse en una buena lectura. Y digo por curiosidad, puesto que a veces la compasión y el tiempo para leer burradas salen sobrando. Sin embargo, lo menos que se puede obtener al leer, es un momento de esparcimiento. Es cierto que a muchos nos gusta escribir, a otros leer y a unos cuantos, ni leer ni escribir, pero éstos últimos parecen tenr una capacidad innata para… ¡Jah! Lo adivinaste… Justamente para eso.


Sin embargo, como una querida colega decía, y espero poder compartir con ella los créditos cuando llegue el momento: “si todo fuera nada más de decir: ábrete boca y que salga lo que sea”, cualquiera podría considerarse buen escritor. Según los expertos en el tema, un buen escrito consta de: 1% inspiración y 99% de transpiración. Esos números se leen fáciles. No obstante, y con lo que me ha estado transpirando el trasero últimamente, creo que he avanzado de manera considerable. ¡Jah!


Seamos honestos. Ni Dan Brown es el mejor escritor del mundo, ni el Código Da Vinci es la mejor novela jamás escrita, ni “El Señor Presidente” es tan merecedora de un premio Novel, como lo fue Cien Años de Soledad. Tampoco las obras “del viejo" Borges o las de Cortázar han sido lo suficientemente reconocidas como para merecer un premio nobel, que seguramente lo merecen. Sin embargo, y debo confesarlo, no forman parte aún de mi biblioteca; sin que esto signifique incurrir en una falta de respeto, por supuesto. Cada lector tiene sus gustos, cada escritor tiene su gloria… yo ando buscando aún la mía, si es que ésta existe.


"Al despertarme esta mañana…"


El comienzo en sí mismo no dice nada, como te podrás dar cuenta. Los buenos lectores, tanto como los buenos escritores, requieren de un gusto refinado por las historias que desean leer y escribir; aquellas que tengan algo tan especial que puedan llamar su atención para leerse una y otra vez.

La mejor historia que jamás he escrito apenas está en proceso de construcción. Por ahora sólo tengo el comienzo, que no tiene nada de especial por cierto, pero al menos ya atrajo la atención de sus primeros ciento cuatro lectores… y contando.


©Raymond